La Atlantida ,continente perdido
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Cada día resulta más innegable que hubo de existir un nexo, entre todas las culturas del mundo. Si no consideráramos un tronco común para todas las civilizaciones pasadas no podríamos explicarnos jamás sus asombrosas similitudes de fondo. Según los Toltecas de México su origen estaría en un lugar llamado Atlan o Aztlan, de este último lugar serían originarios también los Aztecas. El Popol Vuh describe una visita de los tres hijos del Rey de los Quiches a una tierra “al este de las costas del mar de donde eran originarios sus padres” de la cual trajeron al regreso entre otras cosas un sistema de escritura. Entre los indígenas de América del Norte existe la creencia de que sus antepasados habrían llegado desde una tierra ubicada donde el sol nace. De acuerdo con Major J. Lind, “ los indios Iowa y los Dakota, creían que todas las tribus de indios fueron antiguamente una sola y habitaban juntas en una isla… ubicada hacia el sol naciente. Habrían cruzado el mar en enormes botes, en los cuales se mantuvieron a flote durante semanas, arribando finalmente a tierra firme”. Los escritos de América central consignan que una parte del continente Americano se extendía hacia el este, lejos, en el Océano Atlántico, y que esa región fue destruída por una serie de terribles cataclismos que sucedieron a lo largo del tiempo. Es curioso que, según una leyenda Celta, antiguamente parte de las Islas Británicas se extendían hacia el oeste, lejos, en el Océano Atlántico y que, según la tradición galesa, fue destruída por tres catástrofes sucesivas. Por su parte, Quetzacoatl, la deidad de México habría llegado desde el “distante este.” Es descripto como un hombre blanco, barbado, de alta estatura. (N.B. Los indios de América del Norte y del Sur son barbilampiños) El habría insituído el Calendario Mexicano, les enseñó la escritura y otras artes pacíficas, luego de lo cual partió hacia el este, en una canoa hecha de pieles de serpientes. También debemos considerar la maravillosa uniformidad de las leyendas del Diluvio en todas partes del globo. No sabemos si pueden ser versiones arcaicas de la historia de la desaparición de la Atlántida o son ecos de una mítica historia contada y reverenciada en un centro común desconocido para nosotros, desde donde se esparció por todo el mundo. Tampoco ésto debe preocuparnos. Para nuestro propósito es suficiente demostrar la aceptación universal de esta leyenda, que con pequeños cambios se repite en todas las civilizaciones del mundo. Sería pueril sostener que esto es una mera coincidencia. La leyenda nos dice que los aztecas vinieron de AZTLAN o ATLAN que significa: “lugar rodeado de agua“. La palabra ATLÁNTIDA de alguna manera llegó a lo que hoy es América, a Egipto y Grecia. Según la filología moderna, la raíz ATL no existe ni existió (que sepamos) en ningún otro idioma más que en el Nahuatl (lengua de los aztecas). Su significado es: AGUA. Existe en el Códice Borgia la figura de ATLANTEOTL, que carga sobre sus hombros el Cosmos, exactamente igual al Atlas griego, al que estamos acostumbrados a dar prioridad como símbolo, (si quitamos la desinencia OTL; tendremos ATLANTE). La mitología griega no sólo tomó el nombre de algún lugar sino también su figura y su significado. Resulta curioso, además, que la hija del Atlas griego se llame MAYA. Tocamos en estos momentos un tema inquietante que disgusta a muchos teóricos. ¿Fue una realidad el continente Atlante y su civilización? Nuestra opinión es que, ante las pruebas físicas existentes, no existe ninguna duda. Las primeras referencias a la Atlántida se las debemos a Platón en sus diálogos “Critias” y “Timeo“. Curiosamente en la Cámara de la Signatura del Vaticano se encuentra un fresco de Rafael llamado “La Escuela de Atenas”. En él se ve a Platón, en el centro, sosteniendo un libro: “El Timeo” En este libro se describe con gran detalle el continente Atlante. Platón afirmaba que la Atlántida era un continente situado en el océano Atlántico y que se hundió 9.000 años A. de C. Modernamente se pensaba que la Atlántida era una utopía. Sin embargo hoy resulta difícil refutar a Platón ante los muchos descubrimientos a su favor: Uno de los primeros hallazgos significativos que viene a arrojar algo de luz sobre el tema se debe a Henry Schliemann, el célebre descubridor de Troya -la cual, por cierto, era considerada en los medios científicos una fantasía literaria-. Schliemann encontró una copa de bronce en la cámara llamada Tesoro de Príamo. Es un vaso de noble forma pero con claras diferencias de diseño con las copas de la misma época procedentes de los diversos lugares del Mediterráneo. En ella se lee, en caracteres fenicios, el siguiente texto: “Del Rey Kronos de la Atlántida” Pero, vayamos al relato de este hallazgo: Un nieto de Heinrich Scliemann, llamado Paul publicó un artículo que causó cierto escándalo en los medios científicos e intelectuales de la época; y no era para menos. Su mismo título: “Cómo encontré la perdida Atlántida, fuente de toda civilización”, era ya suficiente para alborotar a los arqueólogos. Contaba el autor del mismo que, días antes de morir su abuelo en Nápoles, en 1890, dejó un sobre lacrado con la siguiente inscripción: “Este sobre sólo podrá ser abierto por un miembro de mi familia que jure dedicar su vida a las investigaciones que están bosquejadas y contenidas en él.” Y en una nota confidencial añadida al sobre lacrado añadía: “Rómpase el recipiente con cabeza de lechuza. Examínese el contenido. Concierne a La Atlántida. Háganse investigaciones en el este de las ruinas del templo de Sais y el cementerio del Valle Chacuna.” El doctor Paul Schliemann efectuó en 1906 el juramento requerido y rompió los sellos, encontrando en el interior del sobre varias fotografías y documentos. En uno de ellos leyó: “He llegado a la conclusión de que La Atlántida no era meramente un gran territorio entre América y las costas occidentales de Africa y Europa, sino también la cuna de nuestra civilización. En las adjuntas compilaciones se encontrarán las notas y explicaciones, las pruebas que de este asunto existen en mi mente.” “Cuando en 1873 hice las excavaciones en Troya -relató Heinrich Schliemann en uno de sus escritos- y descubrí en la segunda ciudad el famoso “Tesoro de Príamo”, encontré en él un hermoso jarrón con cabeza de lechuza y de gran tamaño. Dentro se hallaban algunas piezas de alfarería, imágenes pequeñas de metal y objetos de hueso fosilizado. Algunos de estos objetos y el jarrón de bronce tenían grabada una frase en caracteres jeroglíficos fenicios, que decía: “Del Rey Cronos de La Atlántida”. El que esto lea podrá imaginar mi emoción. Era la primera evidencia material de que existía el gran continente cuyas leyendas han perdurado por todo el mundo. Guardé en secreto este objeto, ansioso de hacerlo la base de investigaciones que creía serían de importancia mayor que el descubrimiento de cien Troyas. Pero debía terminar primero el trabajo que había emprendido, pues tenía la confianza de hallar otros objetos que procedieran directamente del perdido continente. En 1883, encontré en el Louvre una colección de objetos desenterrados en Tiahuanaco; y entre ellos descubrí piezas de alfarería exactamente de la misma forma y material, y objetos de hueso fosilizado idénticos a los que yo había encontrado en el jarrón de bronce del Tesoro de Príamo.” “Está fuera de rango de las coincidencias que dos artistas hicieran dos jarrones, y sólo menciono uno de los objetos exactamente iguales, del mismo tamaño y con las curiosas cabezas de lechuza, colocadas en idéntica forma. Conseguí algunos de estos objetos encontrados en Tiahuanaco y los sometí a análisis químicos microscópicos. Estos demostraron, concluyentemente, que los jarrones americanos, al igual que los troyanos, habían sido hechos con la misma arcilla peculiar; y supe más tarde que esta arcilla no existe ni en la antigua Fenicia ni en América. Analicé los objetos de metal, y éste no se parecía a ninguno de los que había visto. El análisis químico demostró que estaba hecho de platino, aluminio y cobre: una combinación que nunca se había encontrado en los restos de las antiguas ciudades. Los objetos no son fenicios, micénicos ni americanos. La conclusión es que llegaron a ambos lugares desde un centro común. La inscripción grabada en mis diálogos indicaba ese centro: ¡La Atlántida! Una inscripción que desenterré cerca de la puerta de Los Leones, en Micenas, dice que Misor, de quien descendían los egipcios, era el hijo de Thot, y que Taavi era el hijo emigrado de un sacerdote de La Atlántida, quien, habiéndose enamorado de una hija del rey Cronos, escapó y desembarcó en Egipto tras muchas aventuras, construyó el primer templo de Sais y enseñó la sabiduría de su tierra. Toda esta inscripción es muy importante, y la he mantenido en secreto“. Al romper el doctor Paul Schliemann uno de los enigmáticos jarrones, encontró en su interior otra de las monedas de esa extraña aleación, en la cual estaban grabadas, en fenicio antiguo, las siguientes palabras: “Emitido en el Templo de las Paredes Transparentes“. “Siguiendo las indicaciones de mi abuelo – resumió Paul Schliemann sus investigaciones- he trabajado durante seis años en Egipto, Africa y América, donde he comprobado la existencia de La Atlántida. He descubierto este gran continente y el hecho de que de él surgieron, sin duda alguna, todas las civilizaciones de los tiempos prehistóricos…” www.supercable.es
Cada día resulta más innegable que hubo de existir un nexo, entre todas las culturas del mundo. Si no consideráramos un tronco común para todas las civilizaciones pasadas no podríamos explicarnos jamás sus asombrosas similitudes de fondo. Según los Toltecas de México su origen estaría en un lugar llamado Atlan o Aztlan, de este último lugar serían originarios también los Aztecas. El Popol Vuh describe una visita de los tres hijos del Rey de los Quiches a una tierra “al este de las costas del mar de donde eran originarios sus padres” de la cual trajeron al regreso entre otras cosas un sistema de escritura. Entre los indígenas de América del Norte existe la creencia de que sus antepasados habrían llegado desde una tierra ubicada donde el sol nace. De acuerdo con Major J. Lind, “ los indios Iowa y los Dakota, creían que todas las tribus de indios fueron antiguamente una sola y habitaban juntas en una isla… ubicada hacia el sol naciente. Habrían cruzado el mar en enormes botes, en los cuales se mantuvieron a flote durante semanas, arribando finalmente a tierra firme”. Los escritos de América central consignan que una parte del continente Americano se extendía hacia el este, lejos, en el Océano Atlántico, y que esa región fue destruída por una serie de terribles cataclismos que sucedieron a lo largo del tiempo. Es curioso que, según una leyenda Celta, antiguamente parte de las Islas Británicas se extendían hacia el oeste, lejos, en el Océano Atlántico y que, según la tradición galesa, fue destruída por tres catástrofes sucesivas. Por su parte, Quetzacoatl, la deidad de México habría llegado desde el “distante este.” Es descripto como un hombre blanco, barbado, de alta estatura. (N.B. Los indios de América del Norte y del Sur son barbilampiños) El habría insituído el Calendario Mexicano, les enseñó la escritura y otras artes pacíficas, luego de lo cual partió hacia el este, en una canoa hecha de pieles de serpientes. También debemos considerar la maravillosa uniformidad de las leyendas del Diluvio en todas partes del globo. No sabemos si pueden ser versiones arcaicas de la historia de la desaparición de la Atlántida o son ecos de una mítica historia contada y reverenciada en un centro común desconocido para nosotros, desde donde se esparció por todo el mundo. Tampoco ésto debe preocuparnos. Para nuestro propósito es suficiente demostrar la aceptación universal de esta leyenda, que con pequeños cambios se repite en todas las civilizaciones del mundo. Sería pueril sostener que esto es una mera coincidencia. La leyenda nos dice que los aztecas vinieron de AZTLAN o ATLAN que significa: “lugar rodeado de agua“. La palabra ATLÁNTIDA de alguna manera llegó a lo que hoy es América, a Egipto y Grecia. Según la filología moderna, la raíz ATL no existe ni existió (que sepamos) en ningún otro idioma más que en el Nahuatl (lengua de los aztecas). Su significado es: AGUA. Existe en el Códice Borgia la figura de ATLANTEOTL, que carga sobre sus hombros el Cosmos, exactamente igual al Atlas griego, al que estamos acostumbrados a dar prioridad como símbolo, (si quitamos la desinencia OTL; tendremos ATLANTE). La mitología griega no sólo tomó el nombre de algún lugar sino también su figura y su significado. Resulta curioso, además, que la hija del Atlas griego se llame MAYA. Tocamos en estos momentos un tema inquietante que disgusta a muchos teóricos. ¿Fue una realidad el continente Atlante y su civilización? Nuestra opinión es que, ante las pruebas físicas existentes, no existe ninguna duda. Las primeras referencias a la Atlántida se las debemos a Platón en sus diálogos “Critias” y “Timeo“. Curiosamente en la Cámara de la Signatura del Vaticano se encuentra un fresco de Rafael llamado “La Escuela de Atenas”. En él se ve a Platón, en el centro, sosteniendo un libro: “El Timeo” En este libro se describe con gran detalle el continente Atlante. Platón afirmaba que la Atlántida era un continente situado en el océano Atlántico y que se hundió 9.000 años A. de C. Modernamente se pensaba que la Atlántida era una utopía. Sin embargo hoy resulta difícil refutar a Platón ante los muchos descubrimientos a su favor: Uno de los primeros hallazgos significativos que viene a arrojar algo de luz sobre el tema se debe a Henry Schliemann, el célebre descubridor de Troya -la cual, por cierto, era considerada en los medios científicos una fantasía literaria-. Schliemann encontró una copa de bronce en la cámara llamada Tesoro de Príamo. Es un vaso de noble forma pero con claras diferencias de diseño con las copas de la misma época procedentes de los diversos lugares del Mediterráneo. En ella se lee, en caracteres fenicios, el siguiente texto: “Del Rey Kronos de la Atlántida” Pero, vayamos al relato de este hallazgo: Un nieto de Heinrich Scliemann, llamado Paul publicó un artículo que causó cierto escándalo en los medios científicos e intelectuales de la época; y no era para menos. Su mismo título: “Cómo encontré la perdida Atlántida, fuente de toda civilización”, era ya suficiente para alborotar a los arqueólogos. Contaba el autor del mismo que, días antes de morir su abuelo en Nápoles, en 1890, dejó un sobre lacrado con la siguiente inscripción: “Este sobre sólo podrá ser abierto por un miembro de mi familia que jure dedicar su vida a las investigaciones que están bosquejadas y contenidas en él.” Y en una nota confidencial añadida al sobre lacrado añadía: “Rómpase el recipiente con cabeza de lechuza. Examínese el contenido. Concierne a La Atlántida. Háganse investigaciones en el este de las ruinas del templo de Sais y el cementerio del Valle Chacuna.” El doctor Paul Schliemann efectuó en 1906 el juramento requerido y rompió los sellos, encontrando en el interior del sobre varias fotografías y documentos. En uno de ellos leyó: “He llegado a la conclusión de que La Atlántida no era meramente un gran territorio entre América y las costas occidentales de Africa y Europa, sino también la cuna de nuestra civilización. En las adjuntas compilaciones se encontrarán las notas y explicaciones, las pruebas que de este asunto existen en mi mente.” “Cuando en 1873 hice las excavaciones en Troya -relató Heinrich Schliemann en uno de sus escritos- y descubrí en la segunda ciudad el famoso “Tesoro de Príamo”, encontré en él un hermoso jarrón con cabeza de lechuza y de gran tamaño. Dentro se hallaban algunas piezas de alfarería, imágenes pequeñas de metal y objetos de hueso fosilizado. Algunos de estos objetos y el jarrón de bronce tenían grabada una frase en caracteres jeroglíficos fenicios, que decía: “Del Rey Cronos de La Atlántida”. El que esto lea podrá imaginar mi emoción. Era la primera evidencia material de que existía el gran continente cuyas leyendas han perdurado por todo el mundo. Guardé en secreto este objeto, ansioso de hacerlo la base de investigaciones que creía serían de importancia mayor que el descubrimiento de cien Troyas. Pero debía terminar primero el trabajo que había emprendido, pues tenía la confianza de hallar otros objetos que procedieran directamente del perdido continente. En 1883, encontré en el Louvre una colección de objetos desenterrados en Tiahuanaco; y entre ellos descubrí piezas de alfarería exactamente de la misma forma y material, y objetos de hueso fosilizado idénticos a los que yo había encontrado en el jarrón de bronce del Tesoro de Príamo.” “Está fuera de rango de las coincidencias que dos artistas hicieran dos jarrones, y sólo menciono uno de los objetos exactamente iguales, del mismo tamaño y con las curiosas cabezas de lechuza, colocadas en idéntica forma. Conseguí algunos de estos objetos encontrados en Tiahuanaco y los sometí a análisis químicos microscópicos. Estos demostraron, concluyentemente, que los jarrones americanos, al igual que los troyanos, habían sido hechos con la misma arcilla peculiar; y supe más tarde que esta arcilla no existe ni en la antigua Fenicia ni en América. Analicé los objetos de metal, y éste no se parecía a ninguno de los que había visto. El análisis químico demostró que estaba hecho de platino, aluminio y cobre: una combinación que nunca se había encontrado en los restos de las antiguas ciudades. Los objetos no son fenicios, micénicos ni americanos. La conclusión es que llegaron a ambos lugares desde un centro común. La inscripción grabada en mis diálogos indicaba ese centro: ¡La Atlántida! Una inscripción que desenterré cerca de la puerta de Los Leones, en Micenas, dice que Misor, de quien descendían los egipcios, era el hijo de Thot, y que Taavi era el hijo emigrado de un sacerdote de La Atlántida, quien, habiéndose enamorado de una hija del rey Cronos, escapó y desembarcó en Egipto tras muchas aventuras, construyó el primer templo de Sais y enseñó la sabiduría de su tierra. Toda esta inscripción es muy importante, y la he mantenido en secreto“. Al romper el doctor Paul Schliemann uno de los enigmáticos jarrones, encontró en su interior otra de las monedas de esa extraña aleación, en la cual estaban grabadas, en fenicio antiguo, las siguientes palabras: “Emitido en el Templo de las Paredes Transparentes“. “Siguiendo las indicaciones de mi abuelo – resumió Paul Schliemann sus investigaciones- he trabajado durante seis años en Egipto, Africa y América, donde he comprobado la existencia de La Atlántida. He descubierto este gran continente y el hecho de que de él surgieron, sin duda alguna, todas las civilizaciones de los tiempos prehistóricos…” www.supercable.es
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