Eduard Punset , tras las elecciones

Incluso -y sobre todo- los que habíamos defendido en el pasado el futuro de las redes sociales hicimos bien en callarnos, el día que la ley sigue definiendo como de reflexión y, por supuesto, el mismo día de las votaciones; no fuera que contribuyéramos a que cundiera la sospecha de que la agitación del papel de las redes sociales estaba electoralmente manipulado. ¿Tuvo alguna incidencia en el resultado de las elecciones la concentración en determinadas plazas sugerida por las redes sociales?

A los expertos corresponde analizar los detalles para redondear esta respuesta. A nosotros puede bastarnos constatar que las concentraciones no alteraron el grueso del sentimiento mayoritario: el voto de castigo a un mal Gobierno. En lo concreto, tal vez pueda reseñarse su incidencia en la proliferación de las ofertas no bipartidistas, así como la disminución de votos del candidato ganador en algunos municipios como Madrid. Es poco, o muy poco, y vale la pena airear, entonces, algunas de las reivindicaciones populares consagradas en las redes sociales.
Primero: la necesidad de introducir el aprendizaje emocional y consiguiente reforma educativa para que los jóvenes puedan acceder a las nuevas competencias necesarias para encontrar trabajo.
Segundo: deshacer el acuerdo de los partidos políticos en torno a que el urbanismo financie a los mismos partidos a costa de destruir el paisaje y recursos naturales.

Una mujer deposita, con su voto, su confianza en un partido político (imagen: Wikipedia).
Tercero: renunciar al sistema electoral de listas cerradas y admitir que la sociedad no está de acuerdo en absoluto en que, lejos de ser abiertas, la confección de las listas esté en las manos exclusivas de los comités directivos de los partidos.
Cuarto: retirar a los partidos políticos el poder de elegir e incidir sobre los órganos directivos del poder judicial, en detrimento del principio tradicional de las democracias europeas de la separación de poderes imprescindible entre el ejecutivo, legislativo y judicial.
Por último, ir superponiendo gradualmente a la cultura de división entre derechas e izquierdas, que condujo a la cruenta Guerra Civil, la división más productiva entre los que están delante de las masas y los que están detrás.
Deberíamos iniciar un proceso de reflexión continuado sobre estas conclusiones, aportando a los demás, una a una, las aspiraciones ya consensuadas socialmente.

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