Artículo de Ángel Ruiz de diario Siglo XXI: “Elenin: La desinformación”. Artículo muy completo e interesante sobre ELENIN-NIBIRU! IMPRESCINDIBLE!!
FUENTE http://planetagea.wordpress.com
Os dejo con artículo muy interesante y completo sobre el tema Nibiru (que nos ha facilitado el forero Lukkax), y la desinformación que existe en torno a ELENIN…
En unas cuantas líneas resume de manera muy clara y en un MEDIO OFICIAL la historia de Nibiru desde que se descubrió en los años 80, y sobre todo los actuales síntomas in crecendo que estamos percibiendo no sólo en la tierra sino en todo el sistema solar…
Y cómo él dice, NO BAJEMOS LA GUARDIA, ni ante Nibiru, y desde aquí añadimos que ni ante ELENIN,
ya que aunque el 26-27 de septiembre no haya ocurrido nada (cómo
comentamos desde este site y no sólo por que no estaba alineado con
Nibiru en esa fecha sino por que el órden Sol-ELENIN-Tierra tampoco era
el adecuado), ni tampoco en el corte con la órbita de la tierra del
pasado domingo 16, sin embargo tendremos dos alineaciones más en las que la tierra estará en medio del SOL y de ELENIN,
y sí nuestra hipótesis es correcta sobre lo que ELENIN puede ser,
podrían causar graves alteraciones magnéticas en un contexto geofísico
ya de por sí alterado…
El sistema se ha empeñado en una absurda estrategia de desinformación
Millones de ojos están puestos en nuestro universo inmediato con motivo directo o indirecto del cometa Elenin (según el estamento “oficial”) o de Nibiru (según los mal llamados conspiranoicos), siendo, quizás, el asunto que capta mayor cantidad de entradas en Internet,
con una amplia diferencia sobre cualquier otro tema, incluidas la
crisis económica y las guerras en incubación y puesta a punto que bien
pudieran derivar, por conflicto de intereses, en una confrontación
global.
Entre todos estos ojos que vigilan nuestro cosmos inmediato los hay pertenecientes a personas de toda clase, así iluminados como rigurosísimamente científicos, pero
no faltando entre ellas ni escatológicos, morbosos, desesperados,
fundamentalistas religiosos, desquiciados o jóvenes con ansias de vivir
la excepcionalidad de un hecho sin precedentes para la humanidad.
De todo hay, como en botica, y, entre todos estos artículos y
comentarios de foros se pueden encontrar sin mucho esfuerzo auténticos y
colosales desafueros; pero no por ello se puede utilizar el
reduccionismo infantiloide, concluyendo que la totalidad de los
artículos, opiniones o aseveraciones vertidas sobre la cuestión son
fruto de desquiciados y que no hay en toda esta colosal caterva de datos
aportados por los participantes ni uno solo que no merezca la pena ser
considerado por la Ciencia o por la población.
Ayer, verbigracia, me quedé por la noche hasta muy tarde para ver el programa Cuarto Milenio, el cual, dicho sea de paso, no merece para mí mejor calificativo que el de amarillista, sensacionalista o infantilmente manipulador.
Se había programado cierta información acerca de llamado oficialmente
“cometa Elenin”, y quise comprobar por mí mismo el tratamiento que le
daban a la información, resultando ser, tal y como esperaba, lo que a mi
entender es simple y llana desinformación. Lejos de hablar con datos y
sensatez del objeto de tan magnífico asunto que tanto está colapsando la
Red, los dos invitados, mucho más que cuestionables (aparentemente
confrontados en sus pareceres), se enmarañaron en un absurdo direte
sobre peregrinos absurdos que poco o nada tenían que ver con el meollo
de lo que tanta inquietud está sembrando entre millones de ciudadanos de
todo el mundo. La
conclusión de tan torpe puesta en escena, entre las risibles y
teatreras poses habituales del presentador, era obvia: el cometa Elenin
es o fue un simple, insignificante y menudo cometa (porque según la NASA
se destruyó), y todo lo demás son tonterías. La teoría “oficial” gana, y
punto.
La realidad, sin embargo, es muy otra cosa. Para empezar, somos muchos los que, objetivamente, venimos hablando con toda naturalidad de este asunto ¡¡desde la primera mitad de la década de los ochenta!!, años en los que se descubrió, primero por la sonda Siloé de la Iglesia Católica y después por la IRAS de la NASA, un cuerpo planetario que estaba perturbando los planetas más lejanos del Sistema Solar
y de cuyo descubrimiento se dio cumplida información en la práctica
totalidad de los periódicos y medios de difusión de la época, desde los
más prestigiosos diarios del mundo a las televisiones de todo país,
informándose que el tal cuerpo, posiblemente un planeta de enormes
dimensiones (de hasta cuatro veces el tamaño de Júpiter, se decía), estaba adentrándose en dirección a nuestro Sol. Una
noticia que, sin embargo, no tardó en desaparecer de los titulares y
aun de las noticias de segunda fila de la práctica totalidad de los
medios de Occidente, pero que, en según qué países de
otras órbitas, ha seguido siendo motivo de inquietud, seguimiento y
análisis entre los cosmólogos de sus instituciones astronómicas, justificando
incluso cuantiosas inversiones para estudiarlo y aún para protegerse en
fechas no tan futuras de sus previsibles efectos.
Unas
inversiones éstas que, por otra parte, y aún a pesar del aparente
descrédito oficial que tiene el asunto en todo Occidente, han tenido su
réplica inversora en nuestras sociedades, acaso multiplicando por mucho a
la de los países de otros bloques, no sólo en cuanto a medios de
observación pasados y presentes (Observatorio VATT y telescopio Lucifer de la Iglesia Católica en Monte Graham, observatorio
militar de infrarrojos norteamericano en la Antártida -por donde llega
desde debajo de la eclíptica Nibiru-, sonda WISE de infrarrojos de la
NASA, etcétera), sino también en recursos de supervivencia masiva que sólo se justificarían ante un evento catastrófico global como una guerra nuclear o una catástrofe planetaria (Cúpula
del Fin del Mundo, bunkers subterráneos masivos en todo Occidente,
creación de gobiernos alternativos para situaciones de catástrofe tales
como el FEMA norteamericano o las UME europeas, etcétera).
Como
literato no era mi intención volver sobre este tema con argumentos ya
aportados en alguna de mis últimas novelas, pero como columnista me he
creído en el deber de combatir la desinformación que se está difundiendo de forma masiva,
evitando, en la medida de mis posibilidades, que se baje la guardia
ante un hecho que bien pudiera comportar la propia continuidad de la
sociedad tal y como la conocemos, si es que no de la misma humanidad. El
asunto, en fin, no es menor, y, debido a las implicaciones que
comporta, la apuesta requiere una dosis de atención suficiente como para
permitir que las sociedades tengan una oportunidad, dando como probable
el peor de los escenarios imaginables, que son para los que es preciso
estar preparados pues que para los ordinarios se supone que ya lo
estamos.
Así, conviene reseñar primero que nada que la NASA es una institución astronómica dependiente de los militares norteamericanos, en cuyas misiones, además de realizar ensayos de interés científico conocido, suelen desarrollarse misiones secretas
(la inmensa mayoría), de las cuales el ciudadano medio no tiene la
menor la idea o noticia, entre otras cosas porque es un monopolio de
observación de cuanto sucede fuera de nuestro espacio cósmico inmediato.
En pocas palabras:
Nos enteramos de lo que quieren que nos enteremos, nada más.
Por otra parte, una institución semejante, es obvio que está controlada por quienes tienen el poder, y los que lo ostentan ya sabemos quiénes son y cómo funcionan, de modo que esto es razón más que sobrada para poner en cuarentena, cuando menos, la supuesta información que dosifican a la sociedad.
Hay
ciudadanos que en su ingenuidad pueden pensar que, de ser verdad cuanto
apunto en este u otros artículos que he publicado sobre este asunto,
cualquiera con un telescopio puede observar el espacio, y tiene razón;
pero estas personas deberían saber que tal
observación, si el cuerpo que se desea observar no es fácilmente
localizable, no emite una gran cantidad de luz o está muy lejos,
requiere además de otros recursos que, desde luego, no pueden estar al
alcance de cualquiera, sea éste un observador particular o una
institución privada (complejísimos programas de rastreo y
localización, visión infrarroja, equipos muy potentes, etc.). Asímismo,
conviene que sepan estas personas que incluso
la observación del espacio desde observatorios “oficiales” por
astrónomos independientes está regulada y aprobados los tiempos de
observación por comisiones internacionales (generalmente dependientes de la ESA o la NASA), y que por
lo tanto los programas de trabajo están predefinidos desde meses o años
antes, no aprobándose, con toda seguridad, aquéllas propuestas que
pretendieran arrojar alguna seguridad científica contrastada sobre los
asuntos que no les interesa a esas comisiones… “oficiales”.
No hay, pues, otro camino para un observador astronómico independiente,
que recurrir a esos telescopios de 15 ó 20 pulgadas de alquiler (como
el pretendidamente usado por Leónidas Elenin, el supuesto descubridor
del cometa Elenin) a través de Internet, los cuales es más que posible
que, directa o indirectamente, estén controlados también por la propia
NASA y, en consecuencia, observen lo que le interesa a la NASA que
observen.
Esto viene a cuento de mis razonables dudas sobre la propia existencia de ese cometa -Elenin-, cuya nomenclatura oficial es C2010X1, basándome no sólo en la imposibilidad
técnica de detectar con un telescopio de 20 pulgadas un objeto de
magnitud 19,5 (150000 veces menos visible que el mínimo perceptible por
el ojo humano) a una distancia de 680 millones de kilómetros
(que son muchos kilómetros) y el cual, según los propios datos
“oficiales” tenía un tamaño de 3,5 kilómetros en su núcleo, porque todo
eso ello sería algo así como milagroso, sino porque además en las horas siguientes al descubrimiento de este pretendido astrónomo no sólo lo había corroborado la NASA, sino que el JPL había ya difundido un diagrama de su órbita
y había lanzado a los cuatro vientos la noticia sobre tan
pretendidamente ahora insignificante cometa, favoreciendo directa e
indirectamente la expectación y la alarma mundial que ha suscitado. Si a
todo esto le añadimos el curioso nombre del cometa (infórmese en la Red quien esté interesado sobre estas teorías) y las chocantes fechas de su recorrido (perihelio -11 septiembre- conjunciones, cruce con nuestra órbita, etcétera), hay que ser muy creyente o muy ingenuo para considerar que todo esto puede ser verdad y objeto de la casualidad.
Se trataría en tal caso, cuando menos, de un milagroso enviado divino
que lleva encriptados mensajes trascendentes. Ridículo, en fin.
El
artificio de presentar a Elenin como un peligro que despertara los
pánicos ancestrales a hecatombes planetarias, los miedos apocalípticos
de los rigoristas religiosos o la expectación social que ha suscitado
este asunto, era, obviamente, desacreditarlo
presentándolo a la opinión pública mundial como el desvarío de
charlatanes, visionarios o falsos profetas, de modo que todos cuantos se
refirieron al cometa directamente, o a Nibiru, por extensión, sean
desatendidos y tildados como locos o conspiranoicos, en
la más perversa afección del término. Así, por más que alguien alerte en
el futuro sobre el peligro que puede representar para la humanidad la
proximidad de Nibiru o cualquier otra amenaza, enseguida será tildado de
no estar en sus cabales, de modo que el control de la información
proveniente del espacio exterior vuelve a estar bajo el absoluto control
monopólico de la NASA y pueden seguir adelante con sus planes sin la
interferencia de “aficionados”. Todo un plan magistral de desinformación
colectiva llevada a término con notable éxito. Hoy, a la vista está, el
asunto Elenin –Nibiru- no sólo ha decaído, sino que incluso quienes
creyeron en él están deprimidos o descorazonados por el fiasco que ha
supuesto el esperar que sucediera algo tenebroso el pasado 27 de
septiembre y que no haya sucedido nada, tal y como era previsible.
La maniobra “oficial” de usar lo esperpéntico para desacreditar lo evidente no es nueva, sin embargo, y a lo largo de la Historia estas artimañas han dado siempre buen resultado.
Ya dije desde esta misma columna que, aunque por falta de información
veraz no comprendamos verdaderamente el alcance del asunto o el objetivo
final de todos estos movimientos estratégicos del poder que se están
verificando en todo el mundo, queda claro que la vigilancia o atención
por parte de un sector de la población a las actitudes y acciones del
poder dificulta severamente los planes de desarrollo de quienes
pretender llevar a cabo una agenda que pudiera ser contraria a los
intereses de casi todos. Pongo de nuevo como ejemplo la potencial
certeza científica de una hecatombe global por causas cósmicas, y cómo
actuaría el poder para salvar a parte de la sociedad sabiendo de
antemano la imposibilidad de hacerlo con la totalidad de la población. La
información social, en este caso, sería uno de los mayores
inconvenientes para llevar a cabo el plan de supervivencia de un grupo
de elegidos, y en este supuesto la desinformación como la apuntada en
este artículo sería poco menos que obligatoria o de libro.
Pero es que esto mismo sería necesario si, por ejemplo, se intentara
llevar a cabo una conflagración global, pactada o no, para reducir una
densidad de población que está poniendo contra las cuerdas a la propia
supervivencia del planeta, y los últimos acontecimientos, invasiones y
planes militares estratégicos parecen apuntar en esta dirección, no
siendo una locura pensar que cualquiera de estos días nos desayunemos
con la noticia de una agresión a Irán, Corea del Norte, Paquistán o
locuras semejantes que abrirían de par en par las puertas del Infierno.
No; no
creo, sinceramente, que Elenin sea algo relevante para el planeta –lo
veremos, no obstante, en las próximas semanas o meses-, sino que opino
que se trata de una falsa bandera para encubrir otro asunto de mayor
calado, como esa conflagración en ciernes –inevitable para muchos- o al
mismo Nibiru. No sólo apoyan esta última opción los hechos observados en nuestro universo inmediato desde
la detección y observación directa de Nibiru en la primera mitad de la
década de los ochenta (perturbaciones de la Nube de Oort, de Neptuno, de
Urano, inclinación súbita de Saturno, desaparición del cinturón
ecuatorial de Júpiter, aparición progresiva de una atmósfera de nitrium
en la Luna, etc., apreciándose en todos estos efectos una aproximación progresiva de un cuerpo cósmico con un potente campo electromagnético hacia al interior del Sistema Solar, en general, y de la Tierra, en particular), sino también que desde hace algunos años ha sido fotografiado en distintas partes del planeta un segundo sol junto a nuestro Sol,
cuyas imágenes pueden ser consultadas por cualquiera sin excesiva
dificultad en la Red (curiosamente nunca en la información “oficial”), y
aun de la anormal inclinación de nuestra visible Luna,
la cual puede ser observada con relativa frecuencia fuera de curso y
con oscilaciones o libraciones y su ciclo metónico de todo punto de
vista anormales, y esto es algo que no se puede ocultar: a simple vista
puede apreciarse.
Las noticias de este tipo de perturbaciones son cada día más habituales. Esta primavera, sin ir más lejos, la
salida del Sol se adelantó dos días en el Polo Norte y los inuit se
vieron sorprendidos porque su fiesta tradicional, jamás antes alterada,
de la llegada de la primavera no se pudo celebrar en el día establecido.
Incluso las perturbaciones de la cavitación lunar (Libración) pueden
ser explicadas no sólo porque nuestro satélite esté siendo influenciado
en su campo electromagnético por otro cuerpo celeste intruso, sino que
el mismo asombrosamente largo
verano que padecemos en el hemisferio norte de la Tierra puede ser
también explicado por una modicación del eje de giro de la Tierra, de
modo que estamos algunos grados más tumbados hacia el sol que en
condiciones… normales, digamos. Cosa que justificaría, igualmente, la modificación aparente de la posición relativa de las constelaciones y aún de las fase de la Luna, la cual en ciertos días modifica la orientación de los cuernos en las fases creciente y menguante.
Demasiadas evidencias hay alrededor de este asunto como para que “oficialmente” se pretenda darlo carpetazo bajo el epíteto de locura o desvarío,
o como pretendieron hacer en ese infausto programa televisivo que antes
mencioné, como fruto de un chico que jugaba con el programa de la JPL
sobre la órbita del cometa Elenin. Este reduccionismo es no sólo
ridículo en sí mismo, sino que es sumarse a una conspiración de ciertos
poderes que, en una u otra dirección (conflagración mundial o amenaza
cósmica), están, o sí o sí, llevando a cabo. Demasiadas colosales inversiones (de todo el mundo en su conjunto)
claman una causa tan trágica como desconocida para la mayoría de la
población, y demasiadas evidencias apreciables en nuestro entorno
cósmico inmediato avalan sucesos de un alcance capital que nos están
escondiendo. Observatorios,
bunkers masivos, Cúpulas del Fin del mundo, satélites de observación
infrarroja (precisamente la única franja del espectro en que es
localizable Nibiru), organizaciones militarizadas de contención o
supervivencia, etcétera, añadido
a los efectos que están experimentando nuestros planetas y satélites
vecinos y a la ya inocultable visualización de un aparente segundo sol,
son cuestiones que no deberían pasarse tan alegremente por alto, dándolo
carpetazo como el desvarío de un chaval, cuyo absurdo y risible
argumento tanto recuerda a esos supuestos campesinos ingleses que
juraban sobre sagrado ser los bromistas autores de los crop circles de
todo el mundo, allá por cuando el sistema quiso intentar desacreditar
ese asunto.
Vivimos, y es algo que incluso se intuye de una forma masiva por buena parte de la especie, tiempos capitales.
Como siempre que se ha verificado una tragedia trascendente, hay una
especie de alerta temprana en muchos seres humanos que de uno u otro
modo luego han sido protagonistas de ella, y es ahora cuando la especie está recibiendo vibraciones de que hay una amenaza que se cierne sobre el conjunto de la humanidad.
Tal vez, incluso, los movimientos sociales que estamos experimentando
tengan mucho que ver con ello, pues, alertados por nuestros instintos de
que hay algo que no funciona como debiera y de que es algo crucial, los
individuos buscan todo tipo de salidas que supongan una oportunidad.
Se vea, pues, como se vea este asunto, mal haría cada persona en
particular y la población en general en bajar la guardia y creerse que
esto es una tontería de ociosos, escatólogos, imbéciles o fanáticos
religiosos. La jugada ha sido tan de libro, tan obviamente infatiloide, que sólo los ingenuos o los tardos pueden caer en esta trampa. Esperemos,
pese a todo, que éstos no sean mayoría y que no falten observadores
cualificados y veraces que sigan empeñados en descubrir la verdad que
nos están sisando, a fin de alertarnos a todos. Todos,
con absoluta seguridad lo digo, dependemos de ellos en muy buena medida:
pobre de quien se confíe en que la NASA o los poderes “oficiales” harán
algo por él.
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