La Madre de todas las Guerras
TOMADO DE http://agente2012.blogspot.com
Ángel Ruiz Cediel
http://www.diariosigloxxi.com/texto-diario/mostrar/76672/la-madre-de-todas-las-guerras
La práctica totalidad de los analistas políticos y militares dan por seguro un pronto ataque a Irán
Cada
hora que pasa se potencia el discurso belicista entre Irán y las
potencias Occidentales, encabezadas éstas últimas por EEUU e Israel. Si
Dios no lo remedia, es posible que el inicio del conflicto sea más una
cuestión de horas o de días que un proyecto a medio o largo plazo, y
las posibilidades de encontrar una solución pacífica in extremis se
desvanecen por instantes.
Los
musulmanes chiítas iraníes están convencidos de que un suceso
semejante precipitará el regreso de el Madhi en su ayuda
convirtiéndoles en vencedores absolutos ahora y para siempre, los
israelitas se debaten a caballo entre su condición de pueblo elegido –y
por tanto de contar de su parte con la intercesión de la Divina
Providencia- y su necesidad de destruir de una tacada a todos los
enemigos que los cercan, y los EEUU pretenden no sólo poner en planta
el mesianismo de su credo iluminado globalizador de un gobierno único
mundial –encabezado por ellos, por supuesto-, sino también de salir de
la crisis que les amenaza con su propia desaparición por el escotillón
de la guerra, como tantas veces en el pasado han hecho. Poco importa
que esto pueda parecerles desquiciado a unos u otros, si los actores
protagonistas lo creen a pies juntillas, y ¡aya si lo creen!
Nada
hay que parezca poder detener el lanzamiento de los misiles ya
dispuestos en las rampas, y, lo que es peor, tampoco parece haber nadie
entre los poderosos que tenga una intención distinta que un
enfrentamiento que, por más que se pretenda hacer ver como una guerra de
barrio, tiene unas implicaciones que lo podría convertir en la Madre
de todas las Guerras, aquélla vociferada por el líder sunita iraquí, el
malogrado Sadam Hussein. Curiosamente, la Historia parece plegarse en
el mismo entorno en que naciera, el entorno del Tigris y el Eúfrates,
instalando allá donde se suponía ubicado el Paraíso, el mismísimo
Infierno.
El
discurso que se está empleando en las últimas horas tiene poco o nada
que ver con bravatas, y resulta particularmente coherente en estos
momentos la frenética actividad subterránea que se ha venido
desarrollando en los últimos meses (años, en otras cuestiones de mayor
calado, como el Escudo Antimisles, bunkers, etc.), preparando a la
población con ejercicios de catástrofes y solicitándola desde los medios
el acopio de equipamiento familiar de supervivencia. Efectivamente, en
no pocos países ha sido muy frecuente que desde agencias
paraestatales, como la NASA, o desde los mismos informativos
televisivos, hayan llevado a cabo las autoridades una densa campaña de
preparación de la población ante cierto tipo de catástrofes
pretendidamente naturales, que encajan perfectamente en el escenario
que podría presentarse si la cuestión central de este artículo llegara a
verificarse y se les fuera de las manos. Sin ir más lejos, el próximo
día 9 de noviembre hay planificados varios ejercicios en este sentido,
como el Ola del Pacífico auspiciado por la UNESCO o el conjunto del
FEMA que afectará a la totalidad de los EEUU, así en sus ámbitos
civiles como militares, añadido a lo cual hay que considerar el
precipitado regreso de gran cantidad de tropas procedentes de Iraq y
Afganistán para sumarse a estas pretendidas maniobras. Juntándolo todo,
o es una aplicación de la Doctrina del Pánico, o es algo más que una
razón para echarse a temblar.
Irán
no es Iraq, ni es Libia, ni siquiera es Siria. Su condición de
superpotencia petrolífera la convierte en pieza imprescindible no sólo
para Rusia, sino también para China, además de que un conflicto en esta
área geoestratégica incendiaría inevitablemente a Paquistán –potencia
nuclear ahora enfrentada a EEUU- y a su adversaria India. Así, la
posibilidad de realizar acciones quirúrgicas contra la potencial
industria nuclear en desarrollo en suelo iraní tiene todas las
posibilidades de irse de madre y, de una u otra forma, involucrar
directamente –indirectamente estarían involucrados desde el primer
instante de los ataques- a Rusia y China, quién sabe si desde el mismo
bando. Ambas potencias nucleares, en este sentido, ya han advertido que
no consentirán la destrucción de Irán, y en ello han empleado un tono
que mucho tiene de admonición y poco o nada les ha temblado la voz.
Las
horas que vivimos, pues, son capitales, y mal hace la población en no
tomárselo en serio. Tal vez sea muy interesante lo que está sucediendo
en Grecia –por otra parte, ya advertí que los poderes europeos moverían
sus fichas para que el referéndum no se diera, que es decir para que
la democracia sea el papel mojado que es-, e incluso es posible que a
no pocos les seduzca la absurda campaña electoral española en la que se
podrá optar en entre más de lo mismo y más de lo mismo, pues que ambos
partidos sirven exactamente a idénticos intereses (uno deshace y el
otro confirma), o todavía que esté embebecido por una agravamiento de
la crisis que, lejos de vérsela salida, se agrava por instantes; pero
debería considerar la ciudadanía que, ante este escenario que está
definiendo, todo lo demás queda relegado a un plano insignificante. Se
trata, en buena medida, de la propia concepción social presente y
futura, si es que no de la misma supervivencia de la especie.
Si
las operaciones militares, que todo parece indicar que se lanzarán de
forma más o menos inmediata contra Irán, son de una destrucción tal que
provocan la intervención de Rusia o China, o aun incendian aquel área
tan sensible del globo, ya se puede imaginar que el escenario no puede
ser definido de otra forma que como apocalíptico, porque sería
inevitable que se llegara mejor antes que después a las armas
estratégicas, y en este sentido somos ya, gracias a Zapatero, un
objetivo de primer nivel; pero aun si sólo fuera una guerra de barrio,
aunque siempre con la espada de Damocles pendiendo sobre nuestras
cabezas con convertirse en cualquier momento en nuclear, queda
cristalinamente claro que los mercados entrarían en pánico, se detendría
al instante el consumo, se paralizarían las exportaciones y la crisis
gravísima que sufrimos sería de tal magnitud que no tendríamos otra que
huir hacia delante, que es decir a por todas, o, lo que vale lo mismo,
a por la victoria a cualquier precio o por a una extinción definitiva
del sistema, porque el poder hegemónico y la estructura social, en
cualquier caso, cambiaría de manos. Cualquiera de las soluciones, como
se ve, horriblemente malas.
Israel
no tiene ni un pelo de tonta, y sabe que está abocada obligatoriamente
a este órdago. Malo es atacar ahora, pero peor sería que los iraníes
consiguieran ser una potencia nuclear, porque se la tienen jurada y
nunca lo han escondido: para Israel es una simple cuestión de
supervivencia. Lo mismo, en otro ámbito o escala se podría decir de
EEUU –y por ende de Occidente- y China, y o se impone ahora, o, al paso
de modernización y crecimiento de la potencia oriental, el futuro será
oriental. Occidente, hasta hora dominante en el mundo histórico que
conocemos, no tiene tampoco más solución que este órdago. Su hora de la
verdad pudiera ser que ya haya llegado, y su continuidad o su
extinción –o cambio de paradigma- se dirima en esta Madre de todas las
Guerras que, tal vez ya muy profetizada por casi todas las culturas y
sus augures, está en puertas de librarse. Mal contados a ojo, se podría
afirmar incluso que los contendientes que se reúnen en el campo de
batalla de este valle de Armagedón, son los bíblicos doscientos
millones.
Ángel Ruiz Cediel
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