Del régimen de la sandía a la dieta del delfín

El veterinario Ángel Gracia. | Cati CladeraEl veterinario Ángel Gracia. | Cati Cladera
FUENTE EL MUNDO.ES
"Al cuarto día tomé un poco de agua salada. Esa agua no calma la sed pero refresca (...) Tomé varios sorbos de agua de mar. Me aliviaba el dolor (...) Ahora sé que es conveniente para el organismo. Pero entonces lo ignoraba y solo recurría a ella cuando me despertaba el dolor del cuello".
Los seguidores de Gabriel García Márquez reconocerán estos fragmentos de la novela Relato de un náufrago, en la que el escritor colombiano contaba la odisea de Luis Alejandro Velasco, un miembro de la Marina de Guerra de Colombia convertido en náufrago por culpa de una tormenta en el mar Caribe. Los diez días a la deriva de Velasco ya forman parte de la historia de la literatura universal merced al genio del Premio Nobel de Aracataca, pero las enseñanzas que el marinero extrajo de su solitario periplo en alta mar se han convertido en referencia frecuente para un movimiento emergente empeñado en desmitificar todo lo que creemos saber acerca del agua de mar. Como por ejemplo, que no podría salvarnos la vida llegado el caso de hallarnos en la misma situación de Velasco.
Ángel Gracia tiene 80 años y lleva 20 bebiendo medio litro de agua de mar a diario. Su presencia es una de las grandes atracciones del Salón Náutico de Palma, donde estos días publicita una serie de conferencias –las plazas se agotaron para la charla del día de hoy, mientras que las de mañana y el miércoles van camino de repetir sold out– que ofrecerá acerca de las bondades del agua de mar y el despiadado boicot que históricamente ha sufrido a manos de la comunidad científica.
"Es normal que los médicos que asisten a mis conferencias se alboroten un poco", concede Gracia divertido pero firme. Y es que "va a ser difícil que el médico entienda que eso no es sal".
Doctor en Veterinaria, Gracia lleva años recorriendo universidades y otros foros de conocimiento de la geografía española divulgando los conocimientos del científico francés Rene Quinton (1866-1925) acerca de las propiedades del agua de mar. Entre sus publicaciones se cuentan títulos tan sugerentes como Manual del Náufrago o La dieta del delfín, donde explica, entre otras cosas, cómo se ha aplicado el cuento en sus propias carnes, en muchas ocasiones incluso a través de campamentos de náufragos voluntarios (como en Fuerteventura) dirigidos a todo aquel que desee iniciarse en el revolucionario paradigma que pregona.
La desinformación, insiste, es la gran culpable de que cada año mueran 200.000 náufragos que no saben cómo aprovecharse de los medios que tienen a su alcance. "La realidad es que no mueren deshidratados, sino por la ignorancia que existe sobre los recursos y el potencial que tenemos los humanos para sobrevivir en el mar indefinidamente, como las ballenas".
De esta manera, "podríamos ahorrarnos muchas muertes de náufragos, como la de los inmigrantes que vienen a Europa en patera, si enseñáramos a la gente que el agua del mar también puede ayudarles a sobrevivir".
Según Gracia y sus seguidores, el problema esencial permanece ligado a la vanidad de una comunidad científica víctima "del dogma de los que yo no sé no existe". Así, en cada litro de agua de mar podemos encontrar 9 gramos con todos los elementos de la tabla periódica. "El mar es la madre de todas las aguas y de la vida".
Este nuevo gurú de los océanos sostiene que las propiedades del agua de mar no limitan los beneficios a la nutrición o a las terapias curativas; una gestión adecuada también permitiría ahorrar hasta un 75% del agua que empleamos para el riego de jardines o campos de golf.
Eso sí, no intenten hacerlo en casa. O al menos sin la supervisión de un iniciado: "Si te bebes medio litro de agua de mar, así directamente, sin haberlo hecho nunca, lo primero que te va a dar es un diarrea". No es grave, explica, "pero tu cuerpo necesita purificarse primero. Hay que irse adaptando poco a poco, como han hecho las ballenas y los delfines".
Las arrugas de Gracia, arrugas de sus 80 años, son su mejor alegato y la prueba evidente de que no ha pasado las dos últimas décadas envenenando su organismo precisamente. Ahora bien, su consejo, tanto para escépticos como para confiados, es el de averiguarlo por uno mismo. "Investiga y documéntate; no te pongas a beber agua de mar porque te lo diga un viejecito que no conoces".

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