Campo de batalla: internet
La Red es un escenario global en el que se desatan revoluciones, se filtran documentos secretos y se libran guerras. Los Estados intentan controlarla pero ¿es posible hacerlo?
FUENTE ABC
La empresa rusa de seguridad informática Kaspersky ha desvelado la existencia de «Gauss».
Un virus que ha infectado ordenadores de Oriente Próximo para espiar
transacciones con bancos libaneses. Es uno de los hijos de Stuxnet, el programa que destruyó casi 1.000 centrifugadoras de uranio en Irán. Y de Flame y Duqu, que robaron y eliminaron documentos del programa nuclear iraní.
Gauss
también robaba datos de acceso a redes sociales, buzones de correo
electrónicos, servicios de mensajería instantánea y casi cualquier otro
dato relevante que cayera en su poder. Es todo lo que, de momento, se
sabe con certeza. Aun así, Kaspersky afirma que no han podido descifrar
uno de los módulos que componen el virus. No conocen una tarea
—probablemente la más importante— para la que estaba programado.
Sólo
saben que se activa cuando Gauss identifica que está instalado en su
objetivo —como Stuxnet con los ordenadores de control de las
centrifugadoras de uranio—. Especulan, a partir de estos datos, con que
podría estar dirigido a atacar y destruir infraestructuras importantes.
Por cómo funciona y cómo está programado, Kaspersky cree que «Gauss tiene el mismo fabricante que Flame». Por tanto, que Estados Unidos e Israel estarían detrás. Un reportaje de David E. Sanger para el «New York Times» desveló que ambos países estaban involucrados en su desarrollo desde 2009.
«Beirut
es un punto caliente de movimiento clandestino de capitales por parte
de Estados», aseguró un antiguo oficial de inteligencia estadounidense
al periodista Jim Finkle, de la agencia Reuters. Otra fuente —Jeffrey Carr,
de la empresa de seguridad Taia Global— aseguró que Estados Unidos
monitoriza éstas entidades desde hace tiempo en busca de información
sobre organizaciones terroristas y de narcotráfico. «Si ya tienes una
plataforma que funciona (como Flame). ¿Por qué no usarla para investigar
bancos libaneses y saber si están implicados en operaciones de blanqueo de dinero por parte de Hezbolá?», le dijo.
Ciberguerra y ciberespionaje
Los virus descubiertos por Kaspersky no son el único exponente de la «ciberguerra». China
fue acusada en 2010 de atacar a 34 empresas tecnológicas
estadounidenses entre las que estaba Google —en la denominada «Operación
Aurora»—. También de intervenir en las fábricas de componentes
electrónicos para que añadirles sistemas que permitan a su gobierno «escuchar» allá donde lo necesiten.
Internet
es, además, un quebradero de cabeza para los gobiernos del mundo. En él
se han gestado —u organizado, o al menos promovido— revueltas y
revoluciones. Desde la red se han filtrado documentos secretos, se han
burlado censuras y se ha atacado instalaciones de países rivales. Irán
se plantea desconectarse de internet para proteger su soberanía. En Corea del Norte apenas unos pocos pueden acceder, y siempre bajo un riguroso control. China tiene instalada su «Gran Muralla», un cortafuegos de censura gubernamental.
Ataques
como los de Stuxnet, Flame o Gauss aumentan el recelo de los países. A
principios de julio se supo que Estados Unidos y China han celebrado
conversaciones «no oficiales» sobre ciberguerra y ciberespionaje. Los encuentros han desembocado en un documento común que detalla las preocupaciones y los puntos en común de los dos países.
Se
temen el uno al otro. «El nivel de desconfianza inicial es elevado»,
asegura el escrito. Entre las primeras propuestas está realizar
«ejercicios de fomento de la confianza mutua», establecer un canal
oficial de comunicación (un «teléfono rojo») en caso de conflicto y vigilar la adquisición de «cibercapacidades» —militares, se entiende— de terceros países.
Proponen
también cuatro ideas preliminares —«pendientes de más discusión»— sobre
ciberseguridad. Restringir la militarización de internet, respetar las
soberanías nacionales en la red, aumentar la confianza entre países a
través de tratados y, por último, la creación de organismos
internacionales «que garanticen la distribución equitativa de los
recursos de internet». En el último punto está la clave. China, junto
con Rusia, quiere que el control de internet pase a la ONU para tener voz, voto (y veto) en su futuro.
El control de la red
Vint Cerf, uno de los padres de internet, acudió al Congreso de Estados Unidos
en Mayo de 2012 para alertar contra su «regulación internacional».
Aseguró que transferir su control a organismos internacionales pondría
en peligro la red «libre y abierta» se quitaría el control a los «geeks»
para dárselo a los burócratas.
Tanto China como Rusia luchan por que el control de internet pase a la UIT
(Unión Internacional de Telecomunicaciones), que depende de la ONU. En
la actualidad, la mayoría de decisiones sobre la red se toman por
consenso y al amparo de algunas organizaciones sin ánimo de lucro —como ICANN o W3C— afincadas en Estados Unidos.
La
presión cada vez es mayor. Además de China y Rusia —y otros países de
sus respectivas órbitas—, la propia UIT lucha por ganar poder en la
gobernanza de internet. El próximo diciembre se discutirá la
modificación del tratado que ha regulado las telecomunicaciones durante
los últimos 25 años. El cuarto de siglo en el que éstas han cambiado por
completo la faz del mundo.
Internet
ya es mucho más que una revolución tecnológica para ciudadanos y
empresas. La red se ha transformado en un escenario donde los países se
juegan su influencia, poder y prestigio. En uno de los campos de batalla
del siglo XXI.
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