¿Por qué una nueva guerra contra Gaza?

«Operación Columna de Nube»
Israel arremete nuevamente contra la franja de Gaza y los medios de difusión internacionales transmiten imágenes de desolación. Pero el horror que inspiran esas imágenes de la nueva agresión israelí no debe impedirnos proceder al análisis del hecho y comprender sus objetivos. Thierry Meyssan responde a la interrogante.
| Damasco (Siria)

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Las fuerzas armadas israelíes emprendieron, el 14 de noviembre de 2012, la Operación Columna de Nube o Pilar Defensivo, contra las instalaciones administrativas y militares del Hamas en la franja de Gaza. En el primer día de la operación fue asesinado Ahmed Jaabari, número 2 de la rama armada de la organización palestina. Según las fuerzas armadas de Israel, los ataques de ese día destruyeron además varias rampas de lanzamiento de misiles tierra-tierra Fajr 5.
La multiplicación de los bombardeos de la aviación israelí convirtió rápidamente el nuevo ataque en una agresión de gran envergadura. El Estado Mayor israelí ordenó la movilización de 30 000 reservistas, llamado que rápidamente se hizo extensivo a 75 000, a pesar del peligro de desorganización que ello implica para la economía. Israel dispone así de la capacidad necesaria para lanzar una invasión terrestre contra la franja de Gaza.
Esta situación plantea varias interrogantes.

¿Por qué en este momento?

Tel Aviv ha tomado la iniciativa precisamente en momentos en que Washington atraviesa un periodo de parcial vacío del poder en espera de la nominación de un nuevo secretario de Estado y del nuevo secretario de Defensa. Se barajan los nombres de la embajadora Susan Rice y del senador John Kerry, pero una lucha encarnizada –que se libra a través de la prensa– apunta a descalificar a la embajadora Rice. En todo caso, los secretarios de Estado y de Defensa salientes no están ahora en posición de tomar decisiones de peso y sus posibles sucesores ni siquiera han sido nominados aún.
Al igual que en este momento, Tel Aviv ya había tomado anteriormente una iniciativa similar –la Operación Plomo Fundido– aprovechando también el periodo de transición entre las administraciones de los presidentes Bush Jr. y Obama.
Varios comentaristas mencionan además la proximidad de las elecciones legislativas israelíes y sugieren que lo que buscan Benjamin Netanyahu y Avigdor Lieberman es consolidar su propia imagen de halcones intransigentes.
Pero esto es poco probable. La realidad es que han emprendido esta nueva agresión sin tener idea de su posible resultado. Y lo que realmente sucedió hace 4 años fue que el fracaso de la operación Plomo Fundido resultó fatal para el gobierno de Ehud Olmert.

¿Cuál es el objetivo?

Tradicionalmente, las fuerzas armadas israelíes acostumbran a adaptar sus objetivos a las ocasiones que se presentan.
Como mínimo, se trata de debilitar a la Resistencia palestina destruyendo su infraestructura y sus instalaciones administrativas en la franja de Gaza, como acostumbra hacer Israel a intervalos más o menos regulares. Pero el debilitamiento del Hamas beneficiará automáticamente a al-Fatah, en Cisjordania, movimiento que no dejará entonces de aprovechar la ocasión para hacer avanzar un poco más su demanda a favor del reconocimiento de un Estado palestino en el seno de la ONU.
Como máximo, esta nueva agresión del Estado de Israel contra la franja de Gaza pudiera abrir el camino a un viejo plan sionista: la transformación del reino de Jordania en un Estado palestino, el traslado de la población de Gaza (quizás incluso la de Cisjordania) al actual territorio de Jordania y la anexión de los territorios que abandonaría la población palestina. En ese caso, la actual operación militar israelí no apuntaría indistintamente contra todos los dirigentes del Hamas sino únicamente contra los responsables que se oponen al ex jefe político de esa organización, Khaled Mechaal. Y este último estaría llamado a convertirse en el primer gobernante del Estado palestino que se crearía en Jordania.

¿Existe un vínculo con los incidentes registrados en Jordania?

La guerra desatada contra Siria está asfixiando la economía jordana. El reino hachemita se ha endeudado rápidamente. El gobierno jordano anunció –este 13 de noviembre, o sea el día anterior al inicio de la nueva agresión israelí contra Gaza– un alza en los precios del combustible, de hasta un 11% en el transporte público y del 53% para el gas doméstico. La noticia ha intensificado un movimiento de protesta que ya estaba latente desde principios de 2012. La mitad de los 120 000 profesores de las escuelas públicas jordanas se declararon en huelga de inmediato.
El viernes 16 de noviembre más de 10 000 personas participaron en una manifestación en pleno centro de Amman al grito de «¡La libertad viene de Dios!», «¡Abdalá, tu tiempo se ha acabado!» y «¡El pueblo quiere la caída del régimen!». Los manifestantes partieron de la mezquita Husseini encabezados y dirigidos por la Hermandad Musulmana.
Los miembros de la Hermandad Musulmana, que llegó a un acuerdo con el Departamento de Estado estadounidense y con el Consejo de Cooperación del Golfo, ya alcanzaron el poder en Marruecos, Túnez, Libia, Egipto y en Gaza. Controlan también la nueva Coalición Nacional Siria y ambicionan gobernar Jordania, con el rey Abdala II… o sin él.
El miembro jordano más conocido de la Hermandad Musulmana es Khaled Mechaal, ex jefe de la rama política del Hamas. Mechaal vivió en el exilio desde el año 2001 hasta 2012, en Damasco, bajo la protección del Estado sirio. Repentinamente, en febrero de 2012, Mechaal acusó al gobierno del presidente sirio Bachar al-Assad de estar reprimiendo a su propio pueblo y se mudó a Qatar, donde el emir Hamad al-Thani se ha mostrado particularmente generoso con él.

¿Existe un vínculos con los desordenes registrados en Siria?

En junio pasado, las grandes potencias se pusieron de acuerdo –en Ginebra– sobre un plan de paz, saboteado de inmediato por una facción estadounidense que filtró a la prensa informaciones sobre la implicación occidental en Siria, forzando así a Kofi Annan a renunciar a su función como mediador. La misma facción trató entonces, en dos ocasiones, de definir la situación en Siria por la vía militar organizando dos ataques masivos contra Damasco, el 18 de julio y el 26 de septiembre de 2012. Ante el fracaso de ambas acciones, la administración Obama decidió retomar el acuerdo inicial de Ginebra, comprometiéndose a implementarlo después de la elección presidencial estadounidense y del cambio de gabinete en Washington.
El acuerdo de Ginebra prevé el despliegue en Siria de una fuerza de paz de la ONU, conformada esencialmente por contingentes de la Organización del Tratado de Seguridad Colectiva (OTSC). La misión de dicha fuerza de paz sería separar a los beligerantes y arrestar a los yihadistas extranjeros introducidos en Siria. Al aceptar que Rusia se reinstale en el Medio Oriente, Washington espera aliviar la carga que la seguridad de Israel representa hoy para Estados Unidos ya que sería Rusia quien tendría entonces la responsabilidad de evitar que el Estado hebreo sea atacado o que ataque a otro Estado. Proseguiría entonces la retirada estadounidense del Medio Oriente y Washington recuperaría así un margen de maniobra que ahora ha perdido por causa de su permanente tête-à-tête con Tel Aviv.
Ante esa perspectiva, los partidarios del expansionismo israelí tienen que actuar en Gaza, y posiblemente en Jordania, antes del despliegue ruso.

¿Cuáles son las primeras conclusiones de la actual guerra?

La guerra ha puesto a prueba la defensa antiaérea israelí. El Estado sionista ha invertido cientos de millones de dólares en la creación del «Domo de Acero», un sistema capaz de interceptar todos los cohetes y misiles provenientes de Gaza o del sur del Líbano.
Ese dispositivo resultó inoperante cuando el Hezbollah envió un drone que sobrevoló la central nuclear de Dimona y cuando ese mismo movimiento libanés de resistencia puso a prueba sus misiles tierra—tierra Fajr 5.
Durante los 3 primeros días de la nueva agresión israelí contra Gaza, el Hamas y la Yihad Islámica respondieron a los bombardeos israelíes con salvas de cohetes y misiles. De un total de algo más de 800 disparos, el «Domo de Acero» interceptó al parecer 210 proyectiles. Pero esa estadística no significa mucho. En realidad, el dispositivo parece capaz de interceptar únicamente cierto número de cohetes bastantes primitivos, como los Qassam, pero parece inadaptado ante un tipo de armamento un poco más sofisticado.
Thierry Meyssa

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