Alan Watts predijo en 1966 el Internet, la supervigilancia y el transhumanismo
FUENTE Aleph de Pourtales
El teólogo británico estudioso del zen y del mass media, Alan
Watts, formuló en su libro de 1966,The Book, una ominosa y escalofriante
visión de la evolución de la tecnología.
El filósofo y teólogo Alan Watts merece
seguramente un lugar de mayor consideración entre los grandes pensadores
de nuestra época. Aunque murió en 1973, su filosofía, una fusión del
budismo zen con un lúcido análisis de la sociedad mediatizada y
manipulada por el poder religioso, político y financiero, es quizás una
de las expresiones más claras del ilusorio predicamento que enfrenta el
hombre occidental –una especie de alta literatura autosuperacional,
atentamente vinculada a la encrucijada de la existencia, que a la vez se
desdobla con un erudismo nada pretencioso, que lo mismo toma de
experiencias fumando DMT, que de la teología cristiana, que de de Orwell
o de Blake.
En su libro de 1966 llamado llanamente
“The Book” (“sobre el tabú en contra de saber quién eres), (una
verdadera joya de simplicidad que es profundidad) Watts explora cómo el
sistema operativo de nuestra cultura se opone a que descubramos una
básica verdad (que transforma todo). Esencialmente, que el individuo es
una expresión de la totalidad del universo que se experimenta a sí mismo
a través de la multiplicidad, un único ser que para jugar escondidillas
se desdobla en múltiples personajes.
Es en este libro donde encontramos una
preclara anticipación del Internet (como sistema nervioso planetario) y
de la sociedad de control moderna, en la escuela de McLuhan y Orwell:
Toda información
vendrá en televisiones superrealísticas y otros aparatos electrónicos
aún en etapas de desarrollo o apenas imaginados. De cierta forma esto
permitirá que el individuo se extienda por todo el mundo sin mover su
cuerpo –incluso a regiones distantes en el espacio. Pero esto será un
nuevo tipo de individuo –un individuo con un colosal sistema nervioso
alcanzando hacia afuera, hacia el infinito. Y este sistema nervioso
electrónico estará tan interrelacionado que todos los individuos
conectados tenderán a compartir los mismos pensamientos, las mismas
sensaciones, y las mismas experiencias. Podrán haber tipos
especializados, de la misma forma que existen células especializadas y
órganos en nuestros cuerpos. Puesto que la tendencia será que todos los
individuos se amalgamen en único cuerpo biolectrónico.
Watts, como sugería McLuhan era una de
las principales distinciones del artista, alcanza a ver en el presente,
en los patrones del mapa de lo (entonces) actual, el futuro. No es una
operación mágica, es una lectura cibernética penetrante de la data
presente. No sólo ve el aparato que se está manifestando –la
tecno-extensión del cerebro–, también atisba los efectos de los nuevos
medios, herramientas fundamentales de la globalización en su aspecto de
uniformación –si los memes que consumimos son los mismos (y los medios
son el mensaje) seremos en buena medida los actores de un mismo programa
informático –una realidad consensual semiautomática. Aún más, en su
visión sesentera Watts abarca la evolución de la vigilancia del Estado:
Considera los
asombrosos medios actualmente fabricados para espiar, los aparatos ya
usados en oficinas, fábricas, tiendas y en varias líneas de comunicación
como el correo y el teléfono. A través del transistor y técnicas de
miniaturización, estos aparatos se convierten cada vez menos visibles y
más sensibles a tenues impulsos eléctricos. La tendencia de todo esto
lleva hacia el final de la privacidad individual, hasta el punto de que
incluso podría llegar a ser imposible ocultar los propios pensamientos.
Al final del juego, nadie queda con una mente propia: solo existe una
vasta y compleja mente comunal, tal vez, con fantásticos poderes de
control y predicción, tal que podría conocer su futuro con años y años
de anticipación.
Esta visión, casi de ciencia ficción
distópica, encuentra su banco en la realidad con los avances ya
realizados por la neurociencia decodificando imágenes en los sueños de
una persona, e incluso hackeando ondas cerebrales para obtener una contraseña.
Para responder al agotamiento de
recursos y de la vida misma, Watts ya imaginaba en esas fechas la
posibilidad de descargar la conciencia a una máquina: “¿Es el siguiente
paso de la evolución la transformación del hombre en nada mas que
patrones electrónicos?”. Y una visión de la nanotecnología
transhumanista:”Podría ser, en poco tiempo, las personas se conviertan
en réplicas de plástico enormemente durables, sin la necesidad de
comer”. Ominosas, escabrosas y brillantes ideas, que nos hacen entablar
una conexión con el proceso de pensamiento que va materializando nuestra
historia, con aquello que se asoma en el horizonte de eventos, y que
solo algunas personas pudieron ver cuando era apenas un embrión en la
conciencia colectiva.
Twitter del autor: @alepholo
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