La aparente solidez de la materia es una ilusión producto de nuestros sentidos
Los físicos han descubierto que la
aparente solidez de la materia es una ilusión producto de nuestros
sentidos. Esto se aplica también al cuerpo físico, al cual vemos como
una forma. Sin embargo, el 99.99 por ciento del cuerpo es realmente
espacio vacío. Así de vasto es el espacio entre los átomos comparado con
su tamaño, para no mencionar también el gran espacio que hay al
interior de cada átomo. El cuerpo físico no es más que una
interpretación equivocada de lo que somos. Es, en muchos sentidos, una
versión a escala del macrocosmos del espacio exterior. Para darnos una
idea de lo vasto que es el espacio entre los cuerpos celestes,
consideremos lo siguiente: la luz, viajando a una velocidad constante de
186,000 millas (300,000 kilómetros) por segundo, tarda poco más de un
segundo en recorrer la distancia entre la tierra y la luna; la luz del
sol tarda cerca de 8 minutos en llegar a la tierra. La luz de nuestro
vecino más cercano en el espacio, la estrella Próxima Centauro, es
decir, el sol más cercano al nuestro, viaja durante 4.5 años antes de
llegar a la Tierra. Así de vasto es el espacio que nos rodea. Y después
está el espacio intergaláctico, cuya inmensidad escapa a nuestra
comprensión. La luz de la galaxia más cercana a la nuestra, Andrómeda,
tarda 2.4 millones de años en llegarnos. ¿No es verdaderamente asombroso
que nuestro cuerpo sea tan espacioso como el universo?
Así, el cuerpo físico, que es forma, se revela esencialmente informe
cuando profundizamos en él. Se convierte en la puerta de entrada hacia
el espacio interior. Aunque el espacio interior carece de forma, está
intensamente vivo. Ese “espacio vacío” es la vida en toda su plenitud,
la Fuente inmanifiesta de la cual fluyen todas las manifestaciones. El
vocablo tradicional para designar esa fuente es Dios.
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