El amor cambia el cerebro
El
verdadero amor realmente cambia el cerebro, al menos, si es usted un
ratón de campo, según han logrado probar los neurobiólogos de la
Universidad Estatal de Florida (EE.UU.).
Los ‘Microtus ochrogaster’, una especie de roedor
de la familia de los cricétidos conocidos comúnmente como ratones de
campo, siempre han sido de interés especial para los científicos por su
tradición de parejas para toda la vida.
Ahora los especialistas estadounidenses averiguaron las raíces
neurológicas del fenómeno. Resulta que la acción de apareamiento induce
modificaciones químicas permanentes en los cromosomas de estos roedores,
afectando la expresión génica (es decir el proceso por medio del cual
los organismos transforman la información codificada por los ácidos
nucleicos en las proteínas necesarias para su desarrollo y
funcionamiento) que regula su comportamiento sexual y monógamo.
De acuerdo con los estudios anteriores, los neurotransmisores -la
oxitocina (una hormona también llamada la ‘molécula del amor’ o ‘la
molécula afrodisíaca’) y la argipresina (hormona responsable de retener
el agua en el cuerpo, constreñir los vasos sanguíneos y regular la
homeostasis de fluidos, glucosa y sales en la sangre)- tienen un papel
clave en inducir y regular la formación de los vínculos dentro de una
pareja. Los ratones de campo ‘casados’ tienen niveles más altos de
receptores para estos neurotransmisores que los individuos sin pareja.
Es más, los neurobiólogos de Florida descubrieron que los ratones de montaña, ‘Microtus montanus’, que suelen mostrar unos hábitos promiscuos, adoptan el comportamiento monógamo de sus parientes campestres si les inyectan la oxitocina y la argipresina después de que los dos miembros de la pareja pasaran un tiempo juntos dentro de la misma jaula. Según Mohamed Kabbaj, que lideró la investigación, sus resultados podrían contribuir a entender cómo los factores epigenéticos afectan el comportamiento social de los humanos, desde la monogamia a los trastornos como el autismo y la esquizofrenia.
Es más, los neurobiólogos de Florida descubrieron que los ratones de montaña, ‘Microtus montanus’, que suelen mostrar unos hábitos promiscuos, adoptan el comportamiento monógamo de sus parientes campestres si les inyectan la oxitocina y la argipresina después de que los dos miembros de la pareja pasaran un tiempo juntos dentro de la misma jaula. Según Mohamed Kabbaj, que lideró la investigación, sus resultados podrían contribuir a entender cómo los factores epigenéticos afectan el comportamiento social de los humanos, desde la monogamia a los trastornos como el autismo y la esquizofrenia.
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