La Terapia de Vidas Pasadas
La Terapia de Vidas Pasadas, en adelante
TVP, es una terapia del alma, porque nuestros dolores están en el alma y
es el alma lo que hay que sanar.
Por medio de la regresión, aclaro que no
trabajo con hipnotismo sino con una relajación profunda, lo que hago es
traer a la conciencia ese instante, esa emoción que nuestra alma está
reviviendo sin que nosotros lo sepamos. Al hacerlo consciente, podemos
revivir la situación original y permitir que esas emociones encuentren
salida a través de nuestro cuerpo, experimentando sensaciones
órgano-sensoriales, o tal vez, simplemente llorando.
La TVP es una terapia del alma, es la
curación por el espíritu. Si examináramos tan solo la vida actual de
cada uno, si repasáramos por un instante la vida presente, seguramente
encontraríamos infinidad de experiencias que marcaron profundamente al
ser humano. Alguna paliza en la infancia, la muerte de un ser querido,
quizás la separación de los padres a edad temprana, tal vez el
alejamiento de alguno de ellos, alguna experiencia traumática en la
escuela, algún episodio de vergüenza en público, un amor frustrado o una
traición amorosa, un quebranto político, y así se puede seguir hasta el
infinito.
Una sola de estas experiencias es
suficiente para condicionar la conducta de una persona para toda la
vida. En la vida de un niño hay decenas de experiencias que nos marcan y
que pasan desapercibidas para los padres y aún para él mismo, porque
ensayamos mecanismos de defensa para adaptarnos a cada situación
traumática.
¿Y qué es un trauma?
Simplemente es el recuerdo de un hecho
asociado a una carga emocional. Con el tiempo el hecho en sí pierde
importancia, es olvidado, pero la carga emocional permanece intacta en
nuestro subconsciente y desde allí pasa a determinar nuestra conducta,
nuestra forma de vida y nuestra respuesta frente a situaciones
similares.
Cuanto más negamos una emoción, cuanto
más la reprimimos y la sepultamos en el fondo de nuestra memoria
subconsciente, mayor fuerza adquiere sobre nuestras vidas. Todo esto
puede suceder tan solo con un incidente en nuestra vida actual.
Ahora bien, sucede, que a lo largo de
nuestra evolución, nuestra alma ha atravesado miles de existencias. En
cada una de ellas hubo infinidad de experiencias traumáticas. Centenares
de muertes violentas, desde ser devorado por un animal prehistórico, el
cráneo destrozado por la maza de algún guerrero primitivo, quemado por
la inquisición, quizás guillotinado durante la revolución francesa, tal
vez enterrado vivo en el derrumbe de una mina, ahogado en un naufragio o
asfixiado en una cámara de gas.
Una sola de estas experiencias es
suficiente para generar fobia, un dolor de cabeza crónico, el temor de
hablar en público, de expresar una creencia religiosa o una conducta
temerosa y defensiva o, por el contrario, respuestas agresivas y
violentas ante la menor oposición. Pero además, estas situaciones se
repiten a lo largo de varias vidas y en cada una de ellas se refuerzan
más y más.
Otras veces, la muerte fue natural y
serena, pero al igual que en nuestra vida presente, ocurrieron miles de
incidentes que grabaron a fuego nuestro espíritu, tales como la
esclavitud a manos de otros pueblos más poderosos, la persecución
religiosa, la tortura, la impotencia frente a una catástrofe, la
traición, la mentira, la infidelidad, la culpa, el abuso de poder, el
abandono, la castración, el rechazo y miles de situaciones que no
necesariamente terminaron con la muerte, pero donde el dolor psíquico
fue mucho más intenso que el físico.
A lo largo de estas existencias, vida
tras vida, nuestra alma fue evolucionando, aprendiendo, pero al mismo
tiempo fue grabando cada uno de estos dolores, cada una de las emociones
generadas en eventos traumáticos o significativos.
Así, desde la memoria inconsciente se
originan nuestros temores, nuestras creencias, nuestras pautas de
conducta, nuestra aversión o atracción hacia determinadas personas o
lugares o simplemente una melodía o una comida. Frente a cada situación
de la vida cotidiana respondemos de acuerdo a estas fuerzas del
subconsciente.
Los sabios hindúes, hace ya mucho tiempo
que identificaron estas fuerzas con dos palabras sánscritas:
“samskáras” y “vasanas”, impresiones pasadas y tendencias latentes
respectivamente.
Estas impresiones y tendencias son
residuos de experiencias del pasado que quedaron grabados en nuestra
alma y desde allí, determinan la vida de la mayoría de nosotros. Por eso
la TVP es una terapia del alma, porque nuestros dolores están en el
alma y es el alma lo que hay que sanar.
Conviene recordar, que los griegos
llamaron “psique” al alma, de donde deriva psiquis y de allí psicología.
Por consiguiente cuando hablamos del estudio de la psiquis estamos
hablando del estudio de las enfermedades del alma.
Por medio de la TVP, podemos ir al
origen de estos dolores. Podemos ir al lugar y al momento preciso donde
se generaron estas fuerzas emocionales profundas. Podemos encontrarlas,
identificarlas y liberar Ahora, en este preciso instante, esa energía
atrapada, latente, que está condicionando nuestra vida. Pero no basta
con recordar.
Para liberar esa energía es necesario
vivenciar el hecho que originó esa emoción. Por eso, la TVP es
fundamentalmente vivencial e implica poner el cuerpo y sentir vivamente
esas emociones que están latiendo en el alma. Por medio de la regresión
revivimos lo que sucedió hace cincuenta, quinientos, mil o millones de
años.
Para el alma el tiempo no existe, todo
está allí, al mismo tiempo. Podemos recordar episodios de nuestra vida
presente instantáneamente, sin una secuencia cronológica. También
episodios de nuestra primera infancia e inmediatamente algo que ocurrió
la semana pasada. De igual forma, están registradas todas las vidas y
las experiencias vivenciadas. Estamos viviendo muchas vidas al mismo
tiempo.
Frente a cada situación, a cada emoción,
nuestra alma está reviviendo la situación donde experimentó por primera
o por última vez esa emoción. Reaccionamos en el presente, no de
acuerdo a lo que está sucediendo, sino de acuerdo a lo que nuestra alma
está reviviendo. Por medio de la regresión traemos a la conciencia ese
instante, esa emoción que nuestra alma revive sin que nosotros lo
sepamos.
Al hacerlo consciente, revivimos la
situación original y permitimos que esa emoción encuentre salida a
través de nuestro cuerpo, experimentando sensaciones órgano-sensoriales,
o tal vez, simplemente llorando. El cuerpo, la sensación consciente,
actúa como drenaje del alma, limpiando, purificando, liberando por fin
esas energías enquistadas. Y el alivio que se produce es instantáneo.
Se produce el “insight” (introspección),
la iluminación. Súbitamente la comprensión surge en la mente, “ahora
entiendo porqué tal cosa y tal otra”. Al otro día, o a la semana
siguiente, la misma situación que me generaba angustia o temor, ahora lo
veo con otros ojos, respondo en forma diferente, tal vez ni siquiera me
dé cuenta que pasó algo, porque esa emoción que estaba reprimida ya no
está y mi mecanismo de respuesta se estructura de otra manera sin que yo
tenga siquiera que pensarlo. Actúo de forma libre y espontánea. Ahora
puedo ver la situación tal cual es y no como creía que era.
Sinceramente espero que este informe sea
de utilidad para muchos, ya que para mí personalmente, en mi vida, ha
tenido una importancia enorme.
Con amor, Alexiis
http://alexiis-vozdelaluz.blogspot.com
http://escritores-canalizadores.blogspot.com
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Fuente: Ashmael Lemagsa
VISTO EN http://www.shurya.com
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