Rey por un día... Tonto por sistema.
FUENTE http://lacosechadealmas.blogspot.com.es
Imagina...
Imagina
por un instante, que en los medios comienzan a alertar sobre la propagación de
un peligroso y contagioso virus que mata a miles de personas. Imagina que además
dicen que ese virus solo contagia a los tontos y que son estos “únicamente” los
que mueren de forma irremediable. Imagina que los gobiernos y las
organizaciones de salud se despreocupan, argumentando que estos efectos y sus
consecuencias son un “beneficio” para la humanidad y para el planeta, y que no
se plantean incluir en sus agendas combatir el virus, ni van a luchar o gastar
recursos en buscar un remedio por algo que estiman beneficioso a corto plazo.
Imagina que comienzan a propagarse argumentos en la red, que aluden que
haciendo tal o cual cosa, siguiendo tal o cual método o técnica, te salvas o al
menos el virus no te mata…
Ahora
bien si has imaginado este escenario, habría que añadir en base a que podemos
considerarnos salvados o inmunes a este virus. Nada te hace tener la certeza de
que eres o no, tonto. Mientras la gente sigue muriendo, caen infectados y
fallecen personas, de todas las razas, de todas las clases sociales, de todas
las profesiones, no parece a primera instancia haber un patrón, pero sí parece
que mueren personas que alguien en un momento dado fue considerado o etiquetado
como tonto.
Desde
las redes se argumenta y se teoriza. La mayoría se remite al referente cultural
“tonto es el que hace tonterías” que no significa nada y es demasiado
arbitrario, alejado del sentido común, pero se acepta y lo derivan únicamente al
comportamiento puntual del sujeto, que o bien sus pautas no siguen lo comúnmente
aceptado o se comporta de forma irracional. Por lo tanto un tonto no sería
alguien inculto, por lo cual un analfabeto no sería objetivo del virus, sino
todo aquel que no actúa, piensa o habla, según lo comúnmente aceptado, ya que
esto es catalogado como absurdo e inútil.
Mientras
el virus provoca que mueran algunos de tus vecinos, algún familiar lejano, algún
compañero, algún amigo y algunos conocidos. Alejado del drama acabas
concluyendo que todos ellos eran un poco “tontos” y no te parece ilógico que
mueran, es el razonamiento opaco de aquel que no quiere morir y no se ve
incluido en esa masa tonta y estúpida que muere. Según pasan las semanas y las
muertes empiezan a remitir, se va instalando esa sensación de seguridad, de
sentirse a salvo.
Cada
vez son menos los que caen, en la televisión ya no hablan tanto de esto, parece
que ese virus ha catalogado a los supervivientes como algo digno de permanecer
vivo y por lo tanto nadie los etiquetaría como tontos. Se auto proclaman el próximo
paso evolutivo del hombre y no deja de haber alguno que encuentra pruebas genéticas
de ello, argumentos sólidos que amortiguan más de por sí, la anestesiada mente
de los supervivientes.
Pero
cuando todo parecía tranquilo, todo parecía superado, vuelve haber un repunte
de muertes, los científicos más prestigiosos y reputados, concluyen tras
comprobar resultados de numerosos exámenes, estudios y análisis que al morir
todos los tontos ese estándar ha mutado y ha tomado a todos aquellos que en
este nuevo paradigma pueden llegar a ser considerados tontos.
Ante
esta situación, los científicos pueden llegar a prever que otro gran número de
personas caerán fulminadas por este virus y un gran número de “nuevos tontos” morirán.
Aun así, muchos son los que no se preocupan, a pesar de todo parece que los
tontos que siguen muriendo son gente que lo merecía, por ser un poco menos
tontos que los que murieron en la anterior oleada. La anestesia de la población
crece y son cada vez más los que se aíslan, los que se quedan en casa, los que
no comprometen sus actos, así que la inacción se contagia más rápido que el
propio virus.
Caen
cantantes, tertulianos, actores, escritores de moda, diseñadores, arquitectos, pseudo-espirituales,
todos prescindibles... A su vez cae tu jefe y el director general, caen tus
cuñados, muere tu vecino de abajo y los maestros de tus hijos, el conductor del
autobús, tu panadera y algún que otro conocido...
Tu
parece que te salvas, parece que no eres de esos que el virus tomo por tontos.
Pero esta vez, esta oleada se llevó a alguien querido, tu padre, una hermana,
un sobrino... poco a poco te das cuenta que quizás en la próxima te pueda tocar
a ti.
Según
cesan las muertes, hay un periodo de calma y otra nueva oleada comienza. La situación
se vuelve insostenible y ya no parece haber criterio. Mueren como tontos
aquellos a quien tú consideraste siempre con una lucidez envidiable, mueren y
ya no parece haber remedio, no hay gobierno, y no queda ni una sola institución
en pie. No hay Dios, no hay salvación posible, no parece haber refugio o escondite
en el que poder escapar.
Según
se van sucediendo periódicamente estas oleadas, te vas quedando más y más solo.
Extrañamente sigues vivo y lejos de encontrarte orgulloso por ser considerado
de los más listos e inteligentes del planeta, de los más racionales y más lógicos
te sientes cada vez más y más perdido, más y más condenado, pero lejos de ver
tu ego crecer ante este panorama, parece que ser el mejor y no tener a nadie a
quien restregárselo provoca un inusitado vacío.
Finalmente
quedas tú únicamente como único superviviente a esta plaga que fue acabando con
todos los tontos, el mundo ha quedado deshabitado por completo dejándote a ti
como único superviviente, única muestra del humano del futuro, amo y señor de
todo un planeta, una especie de elegido.
Todos
los tontos murieron y desaparecieron y quedaste tú únicamente tú, para poder
contarlo, pero la sensación que te queda no es de triunfo, no es un orgullo y
entiendes que mucho menos un honor cuando todos se han ido y te has quedado
solo. Entiendes que no hay victoria y sobrevivir deja de tener sentido, si no hay
con quien compartir.
El
regusto final que da esta sensación dice más de ti que todos los estudios o análisis
que pueda hacer la ciencia. Ahora eres el más racional del planeta el más
inteligente, el más coherente, el mejor. Pero cuando miras al cielo y ves las
estrellas ahí arriba observando, todas al unísono, todas fijando su vista en
ti, y tú solo ante ese inmenso silencio, solo pareces escuchar al universo
decir.
“Tonto
el ultimo”.
Esto es un relato con el que os invito a la reflexión, espero lo disfrutéis todos.
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