Extraños organismos están controlando nuestras mentes

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Parece el argumento de una película de ciencia ficción de serie B, pero en realidad tenemos más células extrañas en nuestro cuerpo que propias. Nuestro organismo se compone de unos 10 billones de células, cada una con el mismo ADN que heredamos de nuestros padres, que nos programa para crecer, vivir y en última instancia, envejecer y morir.
Lo que no nos paramos a pensar tan a menudo es que en todo momento en nuestro intestino viven 100 billones de bacterias, de unas 3.000 especies diferentes, y juntas pesan de medio kilo a kilo y medio. Entre todas suman tres millones de genes ajenos, frente a los 18.000 propios.
Esta colonia permanente de bacterias se conoce desde hace décadas, y vive en simbiosis con nosotros: se alimentan de nuestra comida, y a cambio, nos ayudan a digerir alimentos que de otro modo no podríamos aprovechar, y a producir vitaminas, hormonas y enzimas. Es fácil olvidarse de que están ahí, pero no son invisibles. La mitad en peso de tus heces son bacterias.
Lo que se ha descubierto más recientemente es que nuestras amigas las bacterias no solo se dedican a digerir judías. En los últimos años ha habido una explosión en los estudios sobre cómo la flora intestinal afecta nuestras vidas, desde nuestro metabolismo hasta la forma en que controlan nuestra mente. Los protagonistas son los ratones.

Ellos conocen la respuesta. Ratones autistas

Los científicos están investigando los efectos de las bacterias intestinales con ratones criados en un ambiente estéril, con lo que no tienen flora intestinal. Solo con esto los resultados son reveladores: los ratones sin gérmenes tienen el cerebro y el sistema inmunitario menos desarrollado, son hiperactivos y responden exageradamente al estrés.
También son una hoja en blanco. Cuando los científicos de la universidad Kyushu  de Japón les dieron un solo tipo de bacteria, Bifidobacterium infantis, su respuesta al estrés mejoró. Aún hay más. En la universidad McMaster dieron a estos ratones estériles bacterias extraídas de otros ratones, y acto seguido adquirieron parte de la personalidad de los donantes. Esto funciona incluso cuando el donante es un ser humano: al “infectar” a estos ratones con la flora intestinal de personas deprimidas, los ratones mostraron signos de depresión.
Los avances más importantes están relacionados con el autismo. Desde hace décadas se sabe que entre el 40% y el 90% de las personas que sufren de autismo suelen tener algún tipo de desorden intestinal, como colon irritable o intolerancia al gluten, y las pruebas muestran que su flora intestinal está afectada.
Los investigadores de CalTech observaron que las mujeres que sufrían los efectos de la gripe durante el embarazo tenían siete veces más probabilidades de dar a luz bebés con autismo. Llevaron a cabo un experimento en el que se inducían síntomas parecidos a ratones y en efecto, su descendencia mostraba los comportamientos típicos del autismo: poca interacción social, comportamiento repetitivo y comunicación reducida. Además, tenían problemas intestinales, y un exceso de dos especies de bacterias en su flora intestinal.
En el experimento se trató a los ratones autistas con bacterias que reducen la inflamación, y no solo desaparecieron sus problemas intestinales, sino que mejoraron los síntomas de autismo.

Cómo tener a las bacterias contentas

No se conocen todos los detalles de la comunicación entre el intestino y el cerebro, pero la teoría más reciente propone que el sistema nervioso entérico, el conjunto de neuronas que regulan la función intestinal y que ya se empieza a llamar “el cerebro de las tripas” está conectado con el cerebro a través del nervio vago. Las bacterias intestinales también producen hormonas y neurotransmisores como dopamina, serotonina o norepinefrina.
En realidad es una comunicación en dos sentidos: las bacterias afectan nuestro comportamiento, pero no estamos a su merced. Nuestro comportamiento también puede afectar a nuestras bacterias.
  • La forma más sencilla de influir en nuestra flora intestinal es a través de la dieta: comer probioticos. No hace falta comprar yogures de ninguna marca en especial. Los alimentos fermentados, como el yogur, chucrut, kefir, kimchi contienen millones de bacterias del tipo bifidus. Además, los alimentos con prebióticos (alimento para las bacterias), como las legumbres, cebollas, espárragos o ajo, ayudarán a que vivan felices.
  • Si las bacterias producen estrés, cualquier medida para controlar el estrés afecta positivamente a las bacterias en nuestro intestino. Los ejercicios de respiración o la meditación consciente pueden cambiar la composición de la flora intestinal.
  • Los antibióticos matan las bacterias causantes de las infecciones, pero también a las que viven en nuestro intestino. En varios estudios se ha comprobado que los antibióticos afectan al crecimiento de las neuronas en el hipocampo, lo que produce pérdidas de memoria.  La solución es repoblar lo antes posible la flora intestinal tomando probióticos.
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