La teoría del centésimo mono.

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Si el cerebro fuera tan simple que pudiéramos entenderlo, seríamos tan simples que no lo entenderíamos.
“Una vez se aprende a pensar en la vida de esta forma más amplia, una vez que se puede resistir a la vieja tentación de dividir las cosas en pequeñas piezas convenientes y totalmente artificiales, algunas zonas de este rompecabezas que llamamos vida empiezan entonces a ponerse en su sitio por propio acuerdo, estableciendo conexiones que, de otra forma, son muy difíciles de ver. Rompemos las viejas barreras de percepción y comprensión, como las divisiones –creadas por nosotros- que hacemos entre plantas y animales, divisiones que nos fuerzan a afirmar que la zoología y la botánica son disciplinas separadas, que exigen diferentes profesores y diferentes departamentos universitarios. Todo este asunto es ridículo”.
La teoría del centésimo mono
Lyall Watson escribió un libro llamado Lifetide: The Niology of Consciousness”. Allí relata un sorprendente suceso que ocurrió cuando experimentaba con una colonia de monos en una isla cerca de Japón. Watson quiso cambiarles la alimentación, que comiesen papas, pero al verlas sucias de tierra y barro, los animales las rechazaron. Luego de cierto tiempo, a una mona joven se le ocurrió llevar las papas al río y lavarlas antes de comerlas, y entonces las comió sin problemas, luego enseñó a los demás monos jóvenes a lavar las papas, casi como jugando. Los monos mayores no aprendieron a hacerlo, excepto aquellos que tenían hijos jóvenes, quienes enseñaron el truco a sus padres.
Poco a poco, más y más monos fueron aprendiendo el nuevo comportamiento, y un buen día, y súbitamente, toda la colonia estaba lavando las papas. Pero lo más sorprendente fue que a partir de ese día, los monos de otras islas, sin contacto con los anteriores, también habían aprendido a lavar las papas, incluso los monos de Takasakiyama, en pleno territorio de Japón.
Como si el nuevo conocimiento se hubiese expandido por el aire, alcanzando a toda la especie…
Watson consideró que cuando el mono número X había aprendido, se completó la Masa Crítica, es decir, el número de monos necesario para que toda la especie adquiera de pronto el nuevo conocimiento o la nueva conducta. Esto le hizo suponer que en la evolución de las especies hay mecanismos diferentes de aquellos que intervienen en la selección natural, lo cual tiende a mostrar que esos mecanismos también inciden sobre la manera como ideas y costumbres se propagan por toda la especie humana. A esto se llamo “Teoría del Centésimo Mono”.
Watson dice en su libro que si un número suficientemente grande de personas (Masa Crítica) adquieren un nuevo conocimiento o forma de ver las cosas, esto se propagará por toda la humanidad. De esto se desprende que una sola persona podría completar la Masa Crítica, y desencadenar un nuevo conocimiento para toda la humanidad. ¿Será usted el centésimo mono? Si un número suficiente de almas aprenden o comprenden que el Amor es lo más importante de la vida, ¿se imagina usted cómo cambiaría súbitamente la humanidad?.
El único truco de esta teoría es que, unos años más tarde, se descubrió que no era tan científica como parecía. Como era de esperar, los famosos monos que nos ocupan aprendieron la nueva conducta de los simios más mayores y no de los jóvenes, y su descubrimiento gastronómico tardó mucho más en generalizarse de lo que cuenta la historia. Al descubrirse esta falta de rigor, no faltó la oleada de críticas tildando a la teoría del centésimo mono de una inventada de colgados new age.
Vale, puede que la teoría del centésimo mono no esté comprobada científicamente, y seguramente tenga más de fábula inspiradora que de verdad absoluta. Vale que sea mentira. ¿Pero sabes qué? A mí me gusta. Extrapolando todo esto al género humano, me gusta la idea de que los esfuerzos de un conjunto de personas por  cambiar el mundo a mejor pueden tener su fruto y hacer que otras muchas personas se unan a la causa. Y en realidad…no es solo que me guste caprichosamente, sino que estoy convencida de que la sanación del planeta empieza por que nos sanemos a nosotros mismos primero. Si cada uno barriera el trozo de acera que está delante de su puerta, ¿no estaría la ciudad mucho más limpia? Es de cajón y creo que no hay que meterse en grandes investigaciones científicas para comprobarlo.
  • No importaría raza, nacionalidad, religión ni clase social, y todos seríamos fraternales con todos.
  • No existiría el dinero, porque como en una gran familia, todo se compartiría.
  • No viviríamos todos aislados, temiendo al vecino, y pasaríamos a formar un gran “clan” fraternal.
  • No existirían los ejércitos, entonces se podrían destinar los descomunales recursos que hoy se dedican a la guerra o la investigación bélica (para matar al hombre), al bien de hombre.
  • Los avances científicos se pondrían a disposición de todos quienes los necesiten (y estén capacitados para manejarlos).
  • Todos tratarían de ayudar a la humanidad con sus mejores talentos, y nadie querría “aprovecharse”, porque quien comprende lo que es el Amor, es naturalmente justo.
  • Nadie pasaría hambre, porque si faltase comida en algún lugar, la solidaridad humana haría llegar los alimentos necesarios; y lo mismo con respecto a todas las necesidades humanas.
  • No se contaminaría el planeta con fábricas de artículos innecesarios.
  • No se consumirían millones de horas hombre dedicadas a superficialidades, tonterías o actividades dañinas, y todos trabajarían en lo que le hiciese falta de verdad a la humanidad.
  • Se emplearía la tecnología para liberar al hombre de pesos innecesarios y mejorar su vida.
  • Se dispondría de mucho más tiempo para dedicarlo a la cultura, el esparcimiento y el crecimiento interior.
  • Se enseñaría un idioma mundial en todas partes, además de los propios de cada región, con lo cual se haría innecesario tener que aprender varios idiomas, y todos podrían comunicarse entre sí.
  • No habría conocimientos secretos, egoístamente en manos de empresas o naciones, y todo pasaría al acervo cultural de la humanidad, a disposición de quienes lo necesiten.
  • Nadie sería dueño de nada, pero todos podrían beneficiarse de todo.
  • El hombre dejaría de vivir aterrorizado por el hombre, pues no habría delincuencia ni gobiernos delincuentes ni religiosos perturbados, porque ante el Amor, todo es bueno, claro y transparente.
¿Es necesario apoyar la difusión del Amor, para que más pronto se llegué al “centésimo mono” y se alcance la Masa Crítica? ¿O dejamos que todo siga igual?
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