Alienígenas más allá de la vida

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¿Habrían imaginado alguna vez que en la antesala de la muerte hay extraterrestres dispuestos a acompañarnos en nuestro tránsito a la otra vida? ¿O que el más allá es, en realidad, una colonia de naves espaciales provenientes de otros mundos? ¿Será porque los antiguos dioses, a los que aún rendimos culto, pertenecían a una raza alienígena? En La prueba (Planeta, 2016), la investigadora y colaboradora de Año/Cero Mado Martínez explora una variante inédita de las experiencias cercanas a la muerte (ECMs): su estrecha relación con el fenómeno ovni.
Conocí a Dimitre S. Assenov a través de la revista de divulgación científica Ispectrum Magazine. Afincado en Salt Lake City, en el estado de Utah (EE UU), este ingeniero búlgaro en Geología e Hidrogeología realizó estudios doctorales de Ingeniería Nuclear y Medioambiental, y acumula grandes conocimientos de ingeniería y física nuclear. Además, tiene un máster y pronto obtendrá su merecido título de doctor (Ph.D.). Una de las cosas que más le interesan es la desaceleración de partículas. Terriblemente preocupado por el impacto medioambiental de las energías nucleares, Assenov se encuentra muy comprometido con la búsqueda de soluciones al respecto. Fue él quien diseñó y patentó la tecnología Nano Flex HLW, un medio seguro para reciclar y deshacerse permanentemente, y de forma mucho más barata, de todos los residuos nucleares de altísimo nivel tóxico.
Para que se hagan una idea del potencial que Dimitre tiene en sus manos, les diré que su tecnología puede convertir todos los residuos del desastre nuclear de Fukushima en feldespato y dejar totalmente limpias las áreas de cultivo, porque eso es lo que hace su Nano Flex HLW, convertir los residuos tóxicos (de varios tipos) en feldespato (piedras de lo más común en nuestro planeta). Honestamente, conozco pocos hombres tan inteligentes como él. Se estarán preguntando a santo de qué les estoy contando todo esto. La razón es sencilla: según me confesó Assenov, estos y otros descubrimientos forman parte de una misión que los extraterrestres le encomendaron. Y todo por culpa de una ECM.
LA ÚLTIMA FRONTERA
Todo empezó en 1967, el día en el que Assenov tuvo una ECM que cambiaría su vida para siempre. El joven, de diecisiete años, tenía el oído dañado y tomaba un medicamento llamado Torecan. Assenov ingresó en el hospital con síntomas de rigidez y dificultad para respirar, hasta que perdió el conocimiento y se sintió morir. En un primer momento, salió de su cuerpo y fue capaz de contemplarse a sí mismo yaciendo sobre la cama del hospital. El médico le decía a su padre que Dimitre se estaba muriendo, y que no podían hacer nada para salvarle, porque no sabían lo que le estaba pasando y los exámenes médicos a los que le habían sometido no arrojaban ninguna luz.
ESTABA FLOTANDO
En un momento dado, una enfermera le dijo al médico: «Dele un belonal [atropina, un compuesto a base de belladona] a la pobre criatura para que por lo menos tenga una muerte decente». Fue lo último que Assenov alcanzó a oír. Estaba flotando a ras de techo, observándose tirado en la cama, viendo llorar a su padre mientras su amigo, el médico y la enfermera lo observaban, pero no oía nada. No sentía su cuerpo, ni se sentía conectado a él. Solo tenía sensación de tranquilidad. Notó que el aire estaba como electrificado y vio unos pequeños destellos luminosos. Después, todo cambió drásticamente. Entró en un túnel oscuro con una especie de fuerza centrífuga y rotatoria. Le dio la impresión de que en el interior de aquel túnel había una especie de anillos a través de los cuales volaba. Se dio cuenta de que podía ver a través de las paredes de aquel túnel, de que podía ver el espacio, pero también era un lugar oscuro. A medida que su tránsito por aquel túnel se aceleraba, vislumbró a lo lejos, frente a él, un punto muy brillante. Inmediatamente, vio pasajes de su vida que se sucedían cada vez más deprisa, a medida que se iba acercando al momento de sus diecisiete años.
Al terminar el último de aquellos pasajes de su vida, saltó desde el túnel hacia un espacio de luz brillante, blanca y fluorescente. «Aquel espacio era tan brillante y relajante. La luz era tan brillante y electrizante que podía ver como destellos de pequeñas partículas rotando lentamente. Yo iba volando lentamente a través de esta luz, como un banco de niebla pudiera hacerlo a tu alrededor», recordaba Assenov. Fue entonces cuando vio aquel ser que se presentó ante él vestido de blanco: «Apareció de la nada ante mí, era un anciano ataviado con un vestido largo. Ofrecía un aspecto húmedo, sin líneas definidas en el rostro, como si fuera una holografía. Empezó a hablarme, aunque yo no podía oír su voz, pero todo lo que decía resonaba dentro de mi cerebro como un eco. Estuvimos hablando durante mucho rato y, al final, me dijo que no podía quedarme más tiempo allí, que tenía una misión que cumplir y que debía volver. En aquel momento no me dijo en qué consistía la misión, pero me comunicó que me lo harían saber llegado el momento, con todo lujo de detalles. Entonces sabría todo lo que necesitaría saber. Fue desapareciendo lentamente en la luz brillante. Traté de preguntarle, pero él me interrumpió diciéndome que sabría todas las respuestas llegado el momento».
Puestas llegado el momento». Assenov se quedó a solas en aquel espacio de luz, tratando de investigar todo lo que había a su alrededor, la naturaleza de aquel resplandor, etc. Su empeño en querer ver más cosas, pues aquello era en lo que su mente se había centrado, se vio saciado con la aparición de una pequeña ventana que se abrió ante él, a través de la cual era capaz de ver en una dimensión diferente que a duras penas era capaz de explicarme, aunque sí me dijo que era parecido a estar dentro de un hexágono: «Y allí era como verlo todo bajo la lente de un supermicroscopio, todo tenía dimensiones más amplias y detalladas, diferentes estructuras de movimiento que no lograba comprender. Varias décadas después, volví a verlas en sueños». Al cabo de un rato, aquella ventana se cerró y fue absorbido de regreso por el túnel. Los efectos secundarios de aquella hazaña fueron varios.
En primer lugar, y después de aquello, Assenov fue capaz de abrir la ventana a voluntad y asomarse a ver cualquier cosa que quisiera. Después esa ventana desapareció y fue reemplazada por una habilidad insólita: «Podía ver a través de la ropa de la gente, incluso a través de su cuerpo. Si había algún área del organismo que no funcionaba bien, la veía de color marrón brillante y con una textura esponjosa [...] No tardé en perder el interés en leer libros, porque, tras las diez primeras páginas, ya sabía cómo seguía la historia y cómo acababa, de forma inexplicable, como si ya lo hubiera leído antes. Con frecuencia era capaz de predecir lo que los demás iban a decirme, qué pensaban o cuáles eran sus intenciones. Esto me parecía tan fascinante que disfrutaba secretamente jugando con esta habilidad. Otro de los cambios que acusé es que empecé a tener sueños en los que predecía qué iba a pasar, en muchos casos con varios días de antelación. Los sueños, además, se convirtieron en una gran fuente de conocimiento. Veía dibujos, explicaciones, formas de hacer las cosas. Fui capaz de anticipar la muerte de mi madre. Mi comportamiento se tornó analítico, como si no existiera, calmado y frío, nada me sorprendía».
HISTORIA CÍCLICA
Assenov me dijo que había estado hablando sobre muchas cosas y durante un buen rato con ese ser que iba vestido de blanco, y aquí es donde entramos en el meollo de la cuestión, en las cosas que le dijo y en lo que pasó después: «El hombre de blanco me contó en detalle que la tierra ya había sido visitada cuatro veces con anterioridad. La razón: un experimento transicional, a grandes rasgos. La raza humana fue implantada. No viene de los monos. Esas cuatro veces correspondían con cuatro razas. La quinta fue a partir de una mutación. Esta visita se correspondería con el final del año solar, cuando todos los objetos del sistema solar se reúnen a un lado del Sol. También se correspondería con la reubicación del sistema solar en el brazo galáctico. [...] Actualmente estamos casi al final del último ciclo. Queda un 5,5 % para que termine de transcurrir». Cuando este ingeniero me contó todo aquello de las cuatro razas anteriores a la nuestra, enseguida me acordé de la famosa teósofa Madame Blavatsky (1831-1888), una masona cofundadora de la Sociedad Teosófica y su más grande divulgadora. Blavatsky, en su libro La doctrina secreta, defendía una «antehumanidad» con bastantes puntos en común con las antiguas leyendas arias. Hablaba de cuatro razas anteriores a la nuestra. La quinta raza sería la que se originó en la Atlántida. Lamentablemente, estas historias tuvieron mal calado en las mentes nazis.
También los mayas, aztecas y otros pueblos mesoamericanos creían que habían existido otros mundos o soles anteriores a este, cada uno identificado con una determinada raza o especie humana.
Posteriormente, Assenov entró de lleno en materia extraterrestre: «Los alienígenas vinieron a la tierra e implantaron el embrión humano. Una vez que empezó a reproducirse, dejaron que el proceso siguiera su curso. Esperaban que la esperanza de vida fuera mayor, pero no fue así. Al principio los alienígenas dejaron a algunos de los suyos al cargo de la misión. La esperanza de vida era tan corta que casi se abocó a la extinción. Fue necesaria una extensión genética. Se mezclaron con las hembras humanas para reproducirse, pero tampoco hubo mucha suerte y, a los 43.200 años más o menos, también se extinguieron. El siguiente paso fue programar a algunos humanos mediante un complicado proceso de abducción…
… Muchos de estos casos se encontraban en el grupo de ECM. Estos humanos fueron programados y ‘soltados’ discretamente como miembros de un clan de supervivencia. En la actualidad, no llegan a un cinco por ciento del total de la población mundial, pero este número ya es capaz de gobernar el mundo llegado el momento [...]. Los alienígenas que hay entre nosotros trabajan para establecer un contexto de orden antes de que llegue el momento del contacto, con el fin de evitar el pánico y los altercados que tuvieron lugar en visitas anteriores. Trabajan diligentemente para implicar suficientes mutantes en el sistema a través de las ECM con el fin de establecer el citado orden».
Tras estas confesiones, el ingeniero me desveló la naturaleza de aquella misión que el «hombre de blanco» que se encontró durante su ECM le dijo que sabría a su debido tiempo: «Hasta este momento he recibido dos instrucciones. La primera fue mudarme a vivir a Salt Lake City para formar parte de un grupo de contactados —Assenov guardó el nombre de este grupo en el anonimato—. La segunda instrucción que recibí fue que me dedicara a desarrollar la tecnología para reciclar los residuos tóxicos. Para hacerlo, recibí información en sueños: detalles, dibujos, explicaciones teóricas, etcétera. Así lo hice. Y en la actualidad estoy a la espera de nuevas instrucciones, aunque no dejo de recibir información cada noche».
EXPEDIENTES X DE LAS ECM
El relato sobre los planes de los alienígenas para la humanidad que este ingeniero me desveló casi me produjo pavor. Lo primero que hice fue ponerme en contacto con la IANDS, entidad de la que soy miembro, y sentarme a revisar su archivo de testimonios cuidadosamente. Y lo segundo, consultar el archivo de la Fundación para la Investigación de Experiencias Cercanas a la Muerte (NDERF, por sus siglas en inglés), con la que mantengo un contacto constante desde hace años. Me llevó muchísimo tiempo descubrir otras narrativas cósmicas relacionadas directamente con alienígenas, pero el esfuerzo tuvo su recompensa, pues encontré muchísimos más casos de los que esperaba. He aquí algunos de ellos:
«[...] Recuerdo que me precipité a través de un túnel negro y, a medida que iba acelerando, escuchaba voces. Yo esperaba mi turno ante la luz. De alguna manera, se me hizo saber que no era mi hora. Yo me quejé, y entonces me sacaron del final de la cola y me hicieron una visita guiada por la ciudad de la luz. Había una biblioteca llena de una apabullante cantidad de libros. Me mostraron un río  que parecía de cristal. También me mostraron una inmensa puerta con símbolos, y recuerdo que identifiqué uno de ellos, aunque ahora mismo no podría decir cuál era. También tuve una visión panorámica de mi vida. Y recuerdo que estuve con alienígenas en una nave espacial [...]». (Relato anónimo, ECM a consecuencia de un suicidio, archivo de la IANDS).
«[...] Hiperventilé y dejé de respirar. Sentí como si unos extraterrestres me alejaran de la tierra en dirección a la luz, que era como un túnel, pero a lo mejor eran ángeles guardianes. Sentí mucho amor y belleza. Fue una sensación de paz. No quería que se acabara. Me dieron a elegir: volver por el túnel y vivir o seguir adelante a través de este túnel. Entré en una especie de tratos de negociación porque quería saber qué pasaría con mi madre, mi marido y mis seres queridos si yo decidía morir, y entonces vi mi futuro, un futuro que todavía no había vivido, me vi teniendo hijos y haciendo todas las cosas que todavía me quedaban por hacer. Me di cuenta de que todavía no era mi hora. Me acuerdo de que estaba pensando en c.mo vivíamos en la tierra, y cómo éramos los humanos, y cómo era nuestra existencia en el planeta, pero lo estaba pensando desde un nivel superior. Sentí que debía volver [...] y empecé a respirar de regreso a la tierra [...]». (Relato de Jacqui C., Estados Unidos, archivo de la NDERF).
«[…] Quise volver con aquellos ángeles, o extraterrestres, lo que fueran. [...] Creo en los ángeles, los extraterrestres y otras dimensiones. [...] Supe cómo funcionaba el universo, que Dios es probablemente extraterrestre, que la negatividad solo es cosa del cuerpo y que, fuera de Él, solo eres amor del más puro [...]». (Lynne H., ECM a consecuencia de un parto, archivo de la NDERF).
Tras este breve recorrido en torno a estas experiencias, me asalta una duda: ¿forma este escrito parte de unos supuestos planes extraterrestres? Al fin y al cabo, según Assenov, los alienígenas utilizan las ECM para programar a algunos humanos con el fin de divulgar ciertos mensajes y llevar a cabo sus planes. No lo sé, y si me parase a pensarlo mucho, creo que me volvería loca. ¿Y ustedes?

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