La glándula pineal: el enigma de nuestra mente

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La glándula pineal ha suscitado desde siempre un gran interés. Descartes decía de esta pequeñísima glándula, alojada justo en el centro de nuestro cerebro, que era el “asiento” del alma y el núcleo donde se gestaban todos nuestros pensamientos. No falta quien habla también de esta estructura como nuestro “tercer ojo”, ese vórtice energético que nos ofrecería un tipo de percepción que iría más allá del sentido de la vista.
Ahora bien, dejando a un lado estas perspectivas místicas o espirituales y su tradición algo colorida, la glándula pineal o la epífisis cerebral encierra en sí misma, una función tan interesante como enigmática. Regula nuestros ciclos, nuestros ritmos circadianos, la entrada a la madurez sexual e incluso muchas de nuestras sensaciones. Es una estructura tan singular como fascinante.
La glándula pineal es algo más que nuestro tercer ojo. Es un pequeño director de orquesta inspirado por la luz del sol, ella es quien acompasa de modo sutil nuestros ciclos, nuestros instantes de relajación, nuestro despertar a la madurez…
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Uno de los aspectos más interesantes de la glándula pineal es que siendo tan pequeña (apenas 8 mm) recibe un inmenso flujo de sangre, casi tanto como nuestros riñones. Tiene forma de árbol (de ahí el término “pineal”) pero su tronco, sus ramas, tienden a solidificarse muy pronto, tanto, que entre los 12 o los 20 años muestre ya cierta calcificación.
No obstante, sigue cumpliendo con muchas de sus funciones esenciales. Te las explicamos.
Cabeza con glándula pineal iluminada

La glándula pineal: la reguladora de ciclos y el ojo vestigial

La glándula pineal es una estructura fotosensible, de ahí, que una de sus principales funciones biológicas sea segregar melatonina. Esta hormona derivada de la serotonina, como ya sabemos, modula nuestros patrones de vigilia y sueño (los ritmos circadianos) y regula, a su vez, nuestra entrada a la pubertad.
Se sabe, además, que actúa como un afinado reloj biológico. Su actividad es muy intensa hasta llegados los 7 u 8 años, instante en que la producción de melatonina empieza a decaer y, poco a poco, se empiezan a orquestar los mecanismos de la madurez sexual.
Ahora bien, existen estudios que nos indican que esta estructura es muy sensible a determinados químicos ambientales. En algunos países de Estados Unidos se está viendo que las niñas llegan a la pubertad de forma muy temprana debido a la exposición de ciertos componentes, como por ejemplo, el fluoruro.
Estamos pues ante un tipo de glándula que a pesar de estar integrada justo en el centro de nuestro cerebro, es increíblemente sensible a nuestro entorno. Es un pequeñísimo faro biológico en el ser humano y un órgano vestigial en algunos animales.
Los tuátara, por ejemplo, son un tipo de reptil endémico de Nueva Zelanda conocidos por tener justo en el medio de su cabeza, un “tercer ojo parietal o pineal”. Tiene retina y cristalino y cumple una función hormonal y de termorregulación. Algo fascinante, no hay duda.
Cerebro con la glándula pineal

Como cuidar de este pequeño regulador interno

Los neurólogos buscan por encima de todo separar el aspecto místico o espiritual del científico. Estamos ante una pequeña estructura de la cual, aún se desconocen muchos aspectos. De ahí que revistas como “Journal of Pineal Research” nos ofrezcan continuos estudios con el fin de delimitar un poco más la dimensionalidad de la epífisis cerebral, a la que muchos consideran ya como la “llave maestra” de la activación de gran parte de nuestras glándulas internas.
La glándula pineal es una llave maestra que traduce las señales de nuestro entorno en respuestas endocrinas.
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Te proponemos ahora un ejercicio sencillo. Desde hoy, vamos a tener en cuenta este “pequeño ojo” interno que regula secretamente muchos de nuestros ciclos en el día a día. Piensa en él como en una brújula, como en un pequeño y maravilloso órgano que te permitirá sintonizar mucho mejor con tu cuerpo y con el entorno.
Niño mirando al cielo

Claves para cuidar de nuestra glándula pineal

A continuación, te damos algunas claves para cuidar a esta llave maestra:
  • Sé regular en tus ciclos y hábitos de vida. La glándula pineal es un regulador endocrino fotosensible, ello significa que necesita mantener una adecuada armonía con los ritmos de la luz solar. De ahí, que fuera muy adecuado que fuéramos a dormir siempre a la misma hora.
  • Otro aspecto a tener en cuenta sobre esta estructura es que los campos electromagnéticos le afectan. Al igual que la luz, este tipo de ondas interrumpen el proceso de secreción de melatonina. Algo tan común como irnos a la cama con el móvil o el ordenador puede provocar pequeñas alteraciones en la glándula pineal. Todo ello se traduce en insomnio, fatiga, estrés o reducción del rendimiento laboral… Es importante tenerlo en cuenta.
  • La meditación y los instantes de calma. La epífisis cerebral nos permite además potenciar nuestros instantes de calma y relajación para conectar mejor con nosotros mismos. Las personas que practican la meditación, por ejemplo, experimentan una sensación placentera gracias a que la glándula pineal segrega endorfinas, recompensándonos así por estos instantes enriquecedores donde cuerpo y mente se hallan en armonía.

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