La percepción errónea de la realidad

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Amortiguar la angustia ante la pérdida de la unidad cósmica
La evolución histórica de la autoconciencia es la historia del proceso de individuación, de la angustia existencial creciente asociado a él y de los remedios históricos usados por la humanidad para amortiguar esta angustia, es decir, las religiones y las tradiciones espirituales.
Algunas fases:
– Individuación creciente, nomadismo, semi-fusión con la naturaleza, religiones chamánicas.
– Individuación creciente, surgimiento de los primeros asentamientos, separación creciente de la naturaleza, surgimiento de las religiones mitológicas.
– Individuación creciente, primeras ciudades-estados, religiones míticas organizadas.
Históricamente, ha habido un equilibrio entre el creciente avance del proceso de individuación y el rol fundamental de las grandes religiones. Es decir, en ellas, las tradiciones pudieron amortiguar más o menos la angustia asociada a la individuación.
Pero este equilibrio comenzó a resquebrajarse, especialmente en Occidente, a partir del Renacimiento. Hasta entonces, las diversas iglesias y corrientes de la tradición judeo-cristiana organizaron en gran medida la visión occidental de la identidad humana y de nuestra función en el mundo. Sus prácticas y simbolismos impregnaron profundamente la vida cotidiana occidental desde el final del mundo romano y helenístico hasta el Renacimiento.
El desarrollo del racionalismo científico del Renacimiento, el escepticismo y la secularización de la Ilustración, el darwinismo, el positivismo, la revolución industrial, el materialismo y el desarrollo científico con sus aplicaciones tecnológicas han sido hitos que han ido marcando el declive de la función amortiguadora de la religión en Occidente. Ese declive ha ido sucediendo al mismo tiempo que una emergencia creciente del individualismo.
No quiero entrar ahora en los múltiples aspectos sociales, filosóficos o teológicos del individualismo. Quiero centrarme específicamente en su aspecto psicológico y espiritual. Es decir, en la repercusión que el desarrollo de un individualismo extremo ha tenido y está teniendo en la actual crisis de la civilización humana.
El concepto de individualismo se utiliza a menudo para hacer referencia a la preeminencia del individuo como elemento importante y central de todas las cuestiones relacionadas con la vida humana. Si bien hoy en día la noción de individualismo expresa una connotación ciertamente despectiva y negativa, la misma surge en el siglo XV como revalorización del lugar del individuo frente a Dios y a la religión.
Se puede decir, entonces, que la noción de individualismo comenzó teniendo una connotación y un significado completamente positivo y liberalizador. Esto es así debido a que la misma surge en el período histórico en el cual los valores medievales centrados en Dios y en la religión como elementos organizadores de la vida empezaron a entrar en decadencia. Uno de los logros del Renacimiento fue el de establecer la importancia del individuo, del ser humano como factor determinante de todos los fenómenos, otorgándosele así mayor poder, libertad y posibilidad de elegir cómo enfrentar la vida.
La Revolución Francesa y la Ilustración tuvieron como base la reivindicación de los derechos individuales frente a los poderes establecidos, expresados en la Declaración Universal de los Derechos de los Individuos Humanos. Pero el individualismo mató a Dios y, una vez Dios muerto, el individuo se encontró frente a frente con su angustia existencial de yo separado, sin ningún sistema religioso que la amortiguara.
Aunque esto no fue realmente así. A medida que la tradición religiosa judeo-cristiana languidecía en Occidente, dos sistemas ideológicos trataron de reemplazarla: el mercantilismo capitalista por un lado y el marxismo por otro, ambos herederos de las teologías cristianas, ambos nuevas formas seculares de teología mesiánica.
La lucha entre el marxismo, en sus variadas formas y corrientes, y el mercantilismo capitalista han marcado la historia de Occidente desde finales del siglo XIX hasta la caída del muro de Berlín, en 1989, que marcó el final de los estados comunistas (salvo algunas excepciones como China, Corea del Norte y Cuba) y el triunfo del mercantilismo capitalista.
Hoy día, el principal sistema universal de salvación individual y colectiva es el mercantilismo capitalista, o globalización neoliberal, que está tratando de (mal) cumplir la función de una nueva teología mesiánica.
La religión del mercado y del dios dinero
El mercantilismo capitalista es la religión secular impuesta al mundo por los mercaderes, que actúan de sumos sacerdotes. Se presenta como un nuevo sistema de redención fuera del cual no hay salvación. Su Dios es el dinero, que actúa en este mundo como un nuevo símbolo de poder, de salvación y de inmortalidad. Sus Leyes son las del Mercado. Veamos algunas de estas leyes, cuya obediencia es impuesta a todos:
1. Primera: La obtención de riqueza material (en forma de capital, objetos materiales o servicios) es el fin último de la vida humana en la Tierra.
2. Segunda: Las leyes dictadas por el Mercado son el orden natural del mundo, la verdad objetiva, la verdad revelada, la palabra y la voluntad de dios, que sólo puede ser interpretada correctamente por los sumos sacerdotes del Mercado, a saber, economistas, banqueros, grandes trusts empresariales, compañías de inversión, agencias de calificación, etc. Estos sumos sacerdotes se presentan como infalibles y omniscientes. Por lo tanto, las leyes del mercado son siempre justas y correctas y sus dictados son mandamientos que están por encima de cualquier otra moral o valor humano ajeno a la obstención de riqueza.
3. Tercera: La vida humana es tiempo de trabajo, capacidad productiva. Un individuo humano es lo que produce y vale según la cantidad de lo que produce. El valor del trabajo humano viene dado por la oferta y la demanda. El trabajo es simplemente un coste en los intercambios económicos. En la Religión del Mercado no se trabaja para vivir, se vive para trabajar.
4. Cuarta: La naturaleza no es más que una reserva de recursos necesarios para el proceso de producción o una masa de tierra con la que especular. La naturaleza no es más que un conjunto de objetos inertes cuya unica utilidad es ser explotados por el individuo con el fin de alcanzar la máxima riqueza material posible.
5. Quinta: El patrimonio social, cultural y espiritual acumulado por la Humanidad durante miles de años de historia es sólo capital fungible que puede ser comprado o vendido, según los designios del Dios Mercado.
6. Sexta: El valor de los seres humanos, de los seres animales, de los seres vegetales y de los seres minerales, así como el de los objetos manufacturados es únicamente el que estipula el precio marcado por las Leyes del Mercado. Los seres y los objetos no tienen valor sino precio.
7. Séptima: El individualismo económico es la máxima filosofía social del Mercado. El individuo sólo puede alcanzar su máxima identidad en tanto que productor y consumidor de bienes. El individuo tiene el deber de producir y de consumir tanto como pueda.
8. Octava: La Redención, la Salvación (la liberación de la angustia existencial del individuo separado) se encuentra en el Crecimiento Económico Ilimitado (mayor producción, mayor consumo).
9. Novena. La producción, el consumo y la acumulación de riquezas materiales es el rito religioso central de la Religión del Mercado. En el futuro se producirán más y mejores bienes materiales, se podrá consumir más y acumular más beneficios. De esta manera, la Humanidad en su conjunto alcanzará el Paraiso en la Tierra.
10. Décima: Sólo vence el más fuerte. Para consumir hay que acumular. La competitividad es la regla de oro de la Religión del Mercado. Principios éticos tales como compasión, justicia, altruismo, solidaridad, generosidad, atención a los débiles deben ser considerados supersticiones del pasado.
La pérdida del individuo, des-integrado del cosmos
En la Religión del Mercado, el proceso natural de individuación (mayor autoconciencia) que debería conducir a la supraconciencia o Conciencia Universal, se ha pervertido convertiéndose en un proceso de individualización radical, en el que el individuo humano se enfrenta y compite contra todo y contra todos: contra sí mismo, contra sus semejantes, contra otros grupos sociales o étnicos, y en definitiva contra la misma naturaleza que constituye el nicho ecológico imprescindible para su propia existencia.
Esta es la situación que da como resultado un conjunto de conflictos serios:
– En lo interno, en el individuo actual se da una escisión entre su realidad corporal (biológica) y la autoimagen mental que tiene de sí mismo.
– En lo social, los individuos compiten entre sí por la adquisición de bienes materiales.
– La civilización humana lleva a que las sociedades humanas luchen contra y se opongan a la naturaleza.
– En la biosfera, la especie humana lucha contra, se opone y destruye la trama misma que constituye la base de su existencia.
El hecho real es que actualmente el individuo humano se encuentra alienado de sí mismo, de su propia naturaleza y de la Naturaleza. El vacío existencial y la pérdida de sentido quedan expresados en el aumento dramático de las enfermedades mentales y emocionales de las sociedades llamadas avanzadas. El malestar de los individuos, el malestar de las sociedades y de las culturas y el grave deterioro del medio natural ponen de relieve que la Religión del Mercado ha fracasado como vía de salvación universal y que sus profecías han resultado falsas.
Sobre una Ecología espiritual o una Espiritualidad ecológica
Lo que estamos necesitando para superar este momento histórico de crisis es una revolución copernicana en el interior de las conciencias de los seres humanos. Necesitamos deconstruir la ideología liberal según la cual el individuo humano es el elemento más importante y central de todas las cuestiones relacionadas con la vida. Necesitamos salir de todas las ilusiones egocentristas, etnocentristas y antropocentristas. La Vida no gira alrededor de un eje central llamado individuo humano de la misma manera que el Sol no gira alrededor de la Tierra. El ser humano debe ser destronado de su narcisismo antropocéntrico que le hace creerse el sujeto único de la vida universal. La Tierra no pertenece al ser humano, el ser humano pertenece a la Tierra.
La acción depredadora de la Vida que los seres humanos estamos llevando a cabo desde la revolución industrial, jaleada por las prédicas de la Religión del Mercado y sus sacerdotes es la causante del deterioro individual, social y medioambiental que sufrimos.
Debemos ser claramente conscientes de que no hay redención posible siguiendo este camino. Por lo tanto, nos enfrentamos al imperativo histórico de una transformación radical.
La transformación necesaria
• Transformación individual:

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