Un clavo al que agarrarnos

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Dentro de nuestra burbuja, afianzados en nuestra comodidad, creemos que lo que sucede en el mundo queda lejano; cuando las cifras de muertos por atentados terroristas aumentan cada semana, o las bombas siguen lloviendo en Siria, lo observamos como el que ve una película. Cuando el presidente de los EE UU amenaza a su homónimo norcoreano, y éste le responde asegurando que «hundirá a Japón y reducirá a los EE UU a cenizas y oscuridad», de nuevo parece que nos queda lejos; muy lejos como para quebrar nuestra comodidad.
Pero no es así. El mundo se globaliza y se reduce y la situación actual cada vez pinta peor. Quienes creemos que Dios es uno pero que no tiene nada que ver con los diferentes dioses que como un Golem justiciero ha creado el ser humano a lo largo de la historia, para vencer y convencer a base de vender miedo, miramos de reojo a esos objetos de fe que se vinculan a unos y otros avatares, con el convencimiento de que quienes los veneran, más allá de su propia creencia, no reflexionan sobre lo que tienen delante. Porque más allá de que la Sábana Santa –ya que la traemos a nuestra portada– muestre el cuerpo de una persona maltratada, castigada hasta la extenuación, desgarrada en lo físico y en lo espíritual, y esa pasión se corresponda con lo que las Sagradas Escrituras aseguran que ocurrió con Jesús, repito, más allá de todas estas argumentaciones, sea o no Jesús el que aparece en la Síndone, lo cierto  es que lo que representa es aún más importante. Porque en un tiempo de apocalipsis, en una época en la que el mundo estaba más o menos revuelto como ahora, de repente apareció un avatar cuyo mensaje fue vital para salvar esa situación. Vino para cumplir una función de regeneración, de cam- bio, y cuando la consumó, se quitó de enmedio. Eso es lo que a mí me dice la Sábana Santa, más allá de la fe o de los estudios que parecen volver a demostrar su autenticidad. En cierto modo es un clavo de esperanza, uno más, en tiempos de tribulación, un ejemplo de que por mal que vaya to- do, ese todo se puede cambiar. No es- pero la llegada de un mesías, porque lo volveríamos a crucificar  sí confío en el carácter cíclico de la historia, que demuestra que por muy alto que sea el escalón, siempre lo logramos salvar. Esperemos que nuestro tiempo no sea una excepción…

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