El falso problema de la deuda pública. El caso de EE.UU. (y de España)
No existe plena conciencia en muchos
círculos progresistas de que el llamado “problema de la deuda pública”
es un fenómeno creado artificialmente para justificar el
desmantelamiento del Estado del Bienestar. Un caso claro, entre otros
muchos, es el debate existente en EEUU sobre tal deuda. En un intento de
reducir el Estado del Bienestar, las fuerzas conservadoras y
neoliberales (las derechas) están promoviendo la percepción de que la
deuda pública del Estado federal es insostenible, requiriéndose recortes
muy sustanciales del gasto público, y muy en particular del gasto
público social, incluyendo el de la Seguridad Social y el de los
servicios públicos del Estado del Bienestar (con especial énfasis en los
programas federales de asistencia sanitaria a los ancianos, ‘Medicare’,
y a las personas en situación de extrema pobreza, ‘Medicaid’, programa,
éste último, que se cofinancia con los Estados para cubrir a las
personas llamadas “médicamente indigentes”, término que se utiliza para
definir a aquellas personas que no pueden pagar sus facturas médicas. En
la promoción de tal postura, los medios de difusión de la derecha (como
el ‘The Wall Street Journal’) publican artículos e informes que son
citados también por los corresponsales españoles en EEUU sin ninguna
crítica, contribuyendo a la difusión de tal percepción. Entre ellos
destaca Antonio Caño, el corresponsal de ‘El País’ en Washington.
El problema con tales reportajes es su
nula credibilidad científica. Veamos los datos. La deuda pública federal
creció en los últimos diez años (del 2000 al 2010) 9,2 billones de
dólares. Este crecimiento ha sido causado por los siguientes gastos: 1)
el 34,2% de este crecimiento (3,15 billones) nace del recorte de
impuestos aprobado por el presidente Bush, que ha beneficiado
primordialmente a las grandes fortunas; 2) el 22,9% (2,1 billones) del
crecimiento del gasto militar, consecuencia de las guerras de Irak y
Afganistán; y 3) el 9,8% (0,9 billones) de la ayuda directa (subsidios
públicos) a la banca (y que no incluye los préstamos a Wall Street, 9
billones que no se contabilizan al presupuesto del Estado, pues se
consideran –erróneamente- como préstamos). En total, la gran mayoría del
crecimiento de la deuda pública (el 67%) se debe a medidas de apoyo al
complejo militar industrial, a la banca y a las rentas superiores. Sin
embargo, ninguna de las medidas encaminadas a reducir la deuda pública
está orientada a cambiar estas políticas. En su lugar, se intenta
reducir el gasto público social, concretamente la Seguridad Social y los
servicios sanitarios, y ello a pesar de que la Seguridad Social (las
pensiones principalmente) no ha contribuido en absoluto al crecimiento
de la deuda pública. Todo lo contrario, la Seguridad Social (que no se
contabiliza en el presupuesto federal) ha estado en superávit en los
últimos veinticinco años (alcanzando los 2,4 trillones de dólares),
calculándose que producirá un trillón de dólares más en el superávit de
los próximos diez años (en este artículo se utiliza “trillones” y
“billones” según la terminología estadounidense). En realidad, las
estimaciones más creíbles, por su rigor, son las producidas por los
propios expertos de la Seguridad Social que señalan que la Seguridad
Social estadounidense no tiene ningún problema de solvencia durante los
próximos 50 años. La Seguridad Social no ha contribuido en absoluto al
crecimiento de la deuda pública, al contrario. Sus intereses han estado
financiando la deuda pública. El argumento de que hay que reducir las
pensiones a fin de salvar la deuda pública, que hace ‘The Wall Street
Journal’, y que reproduce Antonio Caño en ‘El País’, es insostenible y
muestra una ignorancia o malicia que pertenece a la esfera de creencias
dogmáticas neoliberales impermeables a la luz de los datos.
En cuanto a los servicios públicos sanitarios, ellos han contribuido
en un porcentaje muy menor (1,9%) al crecimiento de la deuda pública. En
realidad, el capítulo más importante que ha contribuido al crecimiento
de tal déficit ha sido el capítulo ‘D’ de ‘Medicare’, es decir, el gasto
farmacéutico, consecuencia de la medida adoptada por el presidente Bush
jr., que prohibió (sí, sí, prohibió) al Gobierno federal marcar el
precio de los productos farmacéuticos comprados por tal gobierno,
permitiendo que fuera la propia industria farmacéutica la que definiera
tales precios. El capítulo de farmacia, que se contabiliza aparte, fue
el que representó un porcentaje mayor, 4,8% (450 millones), resultado
del gran poder de la industria farmacéutica, que recogió amplios
beneficios, conllevando este incremento.Un 2,7% (255 millones) del aumento se debió a la bajada de impestos, resultado del crecimiento del desempleo. Un 2,9% (270 millones) fue resultado del crecimiento del pago de los intereses de la deuda.
El estímulo económico, iniciado por el presidente Bush y expandido notablemente por el presidente Obama, representó el 20,6% del crecimiento de la deuda pública (1.896 millones). Este estímulo consistió en rebajas de impuestos (durante el mandado del presidente Bush), a los cuales el presidente Obama añadió inversiones públicas en creación de empleo, medida más estimulante del crecimiento económico que la reducción de impuestos, y que frenó la Recesión que iba en camino de convertirse en Depresión.
El segundo error que hace la derecha estadounidense y que reproduce la derecha española, es considerar el tamaño de la deuda pública (como porcentaje del PIB) como el indicador de su gravedad, es decir, de su impacto negativo en la economía. Este error es fácilmente demostrable, cuando se observa que los intereses de la deuda pública en EEUU son los más bajos de los existentes hoy en el mundo desarrollado. Si los bonos públicos se percibieran como arriesgados e inseguros, como ocurre en España (que tiene una deuda pública mucho más baja que el promedio de la UE-15 y de EEUU), sus intereses serían elevadísimos. Y en cambio son bajísimos y, a pesar de ello, los mercados financieros los valoran muy positivamente (ignorando las valoraciones negativas que hacen de ella las agencias de rating). ¿Cuál es, pues, el problema con la deuda pública en EEUU? En realidad, ninguno. Lo que ocurre es que la derecha (tanto en EEUU como en España) está utilizando todo tipo de argumentos, errores y falsedades para cargarse al Estado del Bienestar.
Una situación semejante ocurre en España. La deuda pública española es más baja que la del promedio de la UE-15, el grupo de países de la UE de semejante desarrollo económico al español, e incluso más bajo que la deuda pública alemana. Los elevadísimos intereses del Estado español (que incluye tanto el Estado central como el autonómico y municipal) no tienen nada que ver, repito, nada que ver, con el tamaño de la deuda pública. Ni tampoco mucho que ver con la manoseada “confianza de los mercados”. Tiene que ver primordialmente con decisiones políticas, entre las cuales una de las más importantes es la negativa del Banco Central Europeo (que no es un banco central, sino un ‘lobby’ de la banca, y muy en especial de la banca alemana) a comprar deuda pública española, exigiendo al Estado español que desmantele su Estado del Bienestar como condición de que el Banco Central compre tal deuda pública. Es un chantaje vergonzoso que se utiliza por la derecha española (y europea) para conseguir lo que siempre han deseado. El llamado “problema de la deuda pública” es un problema artificial, es decir, creado por voluntad política (de sensibilidad neoliberal) a fin de desmantelar las conquistas sociales de las clases populares. Así de claro.
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