Giorgio Nardone: “Es una perversión de la inteligencia creer que la razón lo solventa todo”
Creador de la Terapia Breve Estratégica, y
considerado como uno de los mayores exponentes de la llamada Escuela de
Palo Alto, este profesional de la psicología lleva más de veinte años
solucionando los problemas psicológicos de sus pacientes en su centro de
Arezzo (Italia), fundado juntamente con quien fuera su maestro, Paul
Watzlawick. Reconocido internacionalmente como uno de los terapeutas más
creativos y rigurosos, es autor de casi una treintena de libros. El
último, acaba de ver la luz: Pienso, luego sufro.
Su último libro versa, en esencia, sobre la duda patológica. ¿De qué hablamos cuando hacemos referencia a este concepto?
Es cuando un sujeto entra dentro de un laberinto mental, donde la
persona continuamente intenta obtener respuestas correctas a través de
preguntas mal formuladas. Este laberinto se transforma en una trampa
mortal que, en su máxima expresión, que puede llevar a un trastorno
obsesivo paranoico y psicótico. Kant decía que antes de pensar en la
respuesta, hay que analizar si la pregunta que nos hacemos es correcta.
Nos obsesionamos en obtener la respuesta que nos tranquilice, cuando partimos de una pregunta errónea…
Esa es la trampa. La necesidad de encontrar la seguridad es, a la
vez, una imposición para encontrar una respuesta tranquilizadora. Cuanto
más busques las respuestas, más surgirán las preguntas.
¿Se trata de una anomalía que la modernidad ha acentuado?
Sin duda, porque la modernidad ha incrementado la idea de que el ser
humano puede tener el control de todo. La ilusión de que a través del
razonamiento racional yo puedo manejarlo todo crea una confrontación
frente a la realidad. Y cuando esto sucede, la persona que la padece se
desmorona.
Aunque parezca contradictorio, usted defiende que con la llegada del razonamiento apareció también la duda…
Así es. La duda y el razonamiento racional son complementarios. Si yo
busco una respuesta racional a una pregunta que no tiene solución, que
es indecidible, entraré en una trampa de la que no podré escapar.
¿Todavía somos víctimas de los postulados de Platón y Aristóteles, quienes apostaban por un control racional de la realidad?
Efectivamente. Aristóteles decía: verdadero o falso, y excluía una
tercera posibilidad. Pero en la realidad hay cosas que no son ni
verdaderas ni falsas, sino que son las dos cosas al mismo tiempo. Es la
paradoja de la ambivalencia lógica. Por ejemplo, tú estás con tu mujer y
la quieres mucho. Pero ella, antes que contigo, compartió la vida con
otro hombre. Tú le preguntas si le quería, y ella te responde “sí, pero a
ti te amo más”. Ahí está la ambivalencia. Lo que dice ella es verdadero
y falso al mismo tiempo. En la mayoría de las relaciones afectivas, la
ambivalencia es mucho más frecuente que la racionalidad. Y es por esa
razón. Cuando quiero resolver un problema basado en la ambivalencia a
través de un razonamiento racional, creo una duda patológica.
Conclusión: “De lo que no se puede hablar, es mejor guardar silencio”, como dijo Wittgenstein, al que usted cita.
Naturalmente [risas].
¿Todos podemos ser víctimas de la duda patológica?
Absolutamente, porque es una perversión de la inteligencia. La
ilusión de creer que la razón lo solventa todo es una perversión de la
inteligencia. A más inteligente la persona, más riesgo tiene de caer en
la trampa.
Entonces, ¡viva la ignorancia!
¡No! Los ignorantes tienen la misma cantidad de dudas patológicas que
las personas inteligentes. Lo que pasa es que se hacen preguntas más
simples, pero caen en el mismo problema. Te pondré un ejemplo. Un hombre
le dice a su mujer: “Me voy con los amigos de borrachera”. Y la mujer
le contesta, “diviértete cariño” [risas]. El hombre pensará, “¿cómo es
posible que mi mujer me de esa contestación?”. Es una paradoja, ¿no? Por
tanto, no es un canto a la ignorancia lo que digo. Precisamente, para
salir de la duda patológica se necesita un salto lógico que requerirá
inteligencia. Porque para convivir con la lógica de la ambivalencia se
necesita no sólo inteligencia, sino también una flexibilidad mental y
una capacidad de mirar las cosas desde diferentes perspectivas.
¿Qué problemas acarrea ser víctima de la duda patológica?
La persona que la padece necesita estar tan segura antes de tomar una
decisión que acaba por ser incapaz de decidir algo rápido. Este sería
el primer efecto. Dicha realidad puede conducir al segundo efecto: la
incapacidad de tomar decisiones. Y si el problema persiste, la situación
se puede complicar patológicamente hasta llegar a la total invalidación
de la persona.
La duda patológica adopta multitud de formas. Usted hablaba
de la perversión de la razón, de la inteligencia, pero estaría también
la figura del inquisidor interior…
Así es. El inquisidor interior es el que te dice que “tú siempre eres
el culpable de todo”. También existe el saboteador interior. Es el que
te va diciendo que no estarás a la altura de la circunstancias, “que no
tienes suficiente capacidad”. Y el perseguidor interior es el que
defiende que “tarde o temprano las cosas irán mal”. Todas ellas son
formas de duda patológica. Este descubrimiento deriva del estudio de las
estrategias que nosotros llevamos a cabo desde hace muchos años.
Descubrimos cómo el problema trabaja a través de la estrategia que lo
soluciona. La solución que resuelve el problema indica cómo éste se
estructura. Esto conlleva que utilicemos diferentes estrategias para
resolver las diferentes formas de duda patológica.
¿Y todos tenemos ese inquisidor, ese saboteador interior?
Efectivamente. Ya sea el inquisidor, o el saboteador, o la perversión
de la razón. No tenemos la capacidad de hacerles frente si no tenemos
en cuenta el equilibrio que debe haber entre las preguntas y las
respuestas. Cuando aparece una duda que no tiene solución, ninguna
respuesta la bloqueará.
Para invalidar la duda patológica, usted sugiere bloquear la respuesta que nos damos. ¿Por qué no la pregunta?
Cuantas más preguntas intentes bloquear, más preguntas crearás. Si yo
me opongo a la pregunta, surgen más. Si yo, por el contrario, acepto la
pregunta e intento bloquear la respuesta, atenuaré, inhibiré, la
pregunta. La respuesta depende de ti, la pregunta no, simplemente surge,
aparece.
Y cómo hacer frente a una duda que se ha convertido ya en obsesión y que nos corroe por dentro…
Primero, intentamos explicar a la persona la trampa en la que ha
caído. Una vez hecho esto, explicamos las dos posibilidades que hay. La
primera, bloquear la respuesta para inhibir la pregunta. Si la persona
no es capaz de llevarlo a cabo, pasamos a la segunda opción. Se trata de
escribir el desesperante diálogo interior que acosa a la persona: duda,
respuesta, duda, respuesta… A medida que van escribiendo, son más
capaces de bloquear las respuestas para inhibir las preguntas. Es una
estrategia que funciona.
Si practicamos esta gimnasia mental que usted propone, ¿acaba uno por automatizarla?
La psicología aspira a encontrar el estado de tranquilidad total,
pero no existe. Tú puedes ser el mejor en el control de tus emociones,
con esta gimnasia mental de bloquear las respuestas para bloquear las
dudas que surgen, pero cuanto más inteligente seas, más problemas te
surgirán para que los intentes resolver. Einstein escribió: “Mayor es mi
capacidad de descubrir, más misterios me van surgiendo”. No hay tregua.
En las artes marciales chinas, hay una imagen bonita que lo explica. Se
enfrentan los dos mejores maestros. Uno tiene una técnica de ataque, el
otro la anula con una buena defensa. El primero utiliza otra, el
segundo vuelve a neutralizarla. Una nueva llave recibe la misma
respuesta… y así hasta el infinito. Estamos predestinados a bregar con
nosotros mismos hasta el final de nuestros días.
FUENTE: Entrevista en la Vanguardia
Fuente:
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GHB - Información difundida por http://hermandadblanca.org/
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