El origen védico de la Matrix
- FUENTE Alejandro de Pourtales
Encontramos en la literatura vedántica la clave que revela el
origen de la naturaleza ilusoria o representativa del mundo: la copia
del soma, la usurpación de la divinidad, que descubre, a su vez, a los
dioses como simuladores.
Un deseo permea el misticismo de todas
las eras: desgarrar el velo de la ilusión. Pero para poder penetrar ese
tejido, que algunas veces es descrito como la vestimenta de una diosa o
un hermético castillo, que se confunde con la naturaleza y el mundo
fenomenológico, primero se debe detectar su existencia: el acto
fundamental también descrito como ver lo invisible, despertar en un
sueño o tomar conciencia de que la realidad es falsa. La filosofía
gnóstica ideó el concepto de stereoma para significar una
creación sobre la creación, una especie de realidad virtual o simulación
diseñada por los Arcontes, señores planetarios que traslapan un
encantamiento sobre la realidad verdadera. La evolución de esta idea,
como hemos trazado en varias ocasiones en Pijama Surf, deviene en la
simulación informática conocida como La Matrix. La más entrañable
narrativa de ciencia ficción de nuestros días que es una suma de las
ideas de autores como Phillip K. Dick, Jean Baudrillard, William Gibson y
animaciones ciberpunk japonesas como Ghost in the Shell. Un remix de la sofisticación de la narrativa del “sueño dentro de un sueño” –la mente ya extravasada como un software.
Existe, sin embargo, un origen más
remoto para esta idea que atinadamente la modernidad ha llamado Matrix
(palabra que comparte raíz con “materia”, “medida” y “maya”). Se trata
de la literatura védica, la historia de los Rbhus “los forjadores”,
“hijos del hombres a los que se reconocía por sus ojos de sol”, los
primeros mortales que alcanzaron la divinidad, ascendiendo al cielo
invitados por Indra y los Asvin. Algunos mitos se repliegan e imbrican
hasta significar la materia misma de lo inexplicable, el corazón del
misterio, pero según algunos relatos fragmentarios, los Rhbus, no
conformes con haber alcanzado las esferas superiores, in coelestibus,
quisieron probar el soma, la bebida de los dioses que otorga la
inmortalidad. Acogidos en su hogar por Savitir “aquel a quien nada se le
puede ocultar”, después de un letargo de 12 días, algo así como el rito
de paso o la resaca de su divinización, fueron despertados por el Perro
Celeste y conocieron a Tvastr, “el artífice divino, celoso guardian del
soma”. En un pasaje memorable que es una cifra holográfica de ” la
literatura y los dioses”, Robero Calasso nos cuenta:
Esto fue lo que
sucedió: la copa en la que los dioses y Tvastr bebían el soma era única.
Era lo único. Los Rbhu la miraron, la estudiaron. Después “reprodujeron
cuatro veces aquella copa del Asura (Tvastr), que era única”. ¿Cómo lo
consiguieron? Midiéndolo con precisión: usando su arte, que era maya, la
“magia medidora”, según la luminosa traducción de Lilian Silburn.
Tvastr abrió enormemente los ojos cuando vio aquellas cuatro copas, que
resplandecían como días nuevos. Dijo: “Queremos matar a quienes han
contaminado la copa divina del soma”. No está claro lo que sucedió a
continuación. Se perciben también sombras femeninas.
Este acto de magia artesanal, que se lee
como una historia detectivesca de brujería, que usurpa la misma
cualidad divina, la luz prístina del mundo, es definitivo y se derrama
(se sigue derramando como de una copa infinita) sobre la realidad.
Aquello que cae es el mundo entero, exactamente reemplazando el mismo
mundo. El fantasma más perfecto es aquel que es un cuerpo idéntico. Pero
es un fantasma y esa es toda la diferencia. Ese acto arruinó para
siempre la relación entre los hombres y los dioses, bajo el conjuro del
artificio.
Los Rbhu habían
llehado demasiado lejos, al lugar donde crecen juntos y luego se separan
el fetiche y el reflejo. Mientras lo único persiste, el simulacro
permanece prisionero en su seno. Pero cuando las copas se multiplicaron,
se derramo desde el cielo la imparable catarata de simulacros, en la
que el mundo vive desde entonces[...] Si la copia significa la extinción
de lo único, en la estela de la copia aparece la muerte. Los primeros
simulacros, son las imágenes y las apariciones de los muertos.
Se sugiere que el estigma de la copia
proviene de recordar “un tiempo remoto en el que también los dioses
habían hollado la tierra como simples mortales”. El poder de los dioses
estriba en el secreto de que los mortales pueden hacer copias y ser
como los dioses (revelando que la materia es programable).
Platón habla de que los demiurgos (el
nombre utilizado para la divinidad que simuló el mundo) eran artesanos
que copiaban vasijas en la periferia de las ágoras.
Borges escribe en Tlön, Uqbar, Orbis Tertius,
la que podría ser una civilización en un universo paralelo: ”Los
espejos y la cópula son abominables porque multiplican el número de los
hombres”. Este es el pavor metafísico de la copia, que el poder legisla
prohibiendo (como ocurrió en la edad media, la brujería y la sexualidad
orgiástica, eran vistas como la misma profanación).
La resonancia moderna de la copia tiene
que que ver con la inteligencia artificial y la realidad virtual: una
copia la mente , que quizás en su origen generó la misma realidad (el
secreto de los dioses es que el mundo es un artificio), la otra copia la
naturaleza –el vacío danzante– y la reemplaza con la hiperrealidad (la
materia, el maya, es la primera simulación). ¿Detrás del aire y de la
pared, se pueden atisbar alfanuméricos brillando suavemente? ¿Hay cables
detrás de las estrellas? También en los Vedas, vía Calasso, atisbamos
en la Creación de Prajapati, el código que soporta la representación, el
gran teatro, que es el mundo:
En torno suyo todo
era nuevo y, al girar la mirada, podía ver aún detrás de las manchas de
la vegetación, detrás de las siluetas de las rocas, un número, una
palabra, una equivalencia: un estado de la mente que se adhería.
Twitter del autor: @alepholo
. COMO DESARROLLAR INTELIGENCIA ESPIRITUAL
ResponderEliminarEN LA CONDUCCION DIARIA
Cada señalización luminosa es un acto de conciencia
Ejemplo:
Ceder el paso a un peatón.
Ceder el paso a un vehículo en su incorporación.
Poner un intermitente
Cada vez que cedes el paso a un peatón
o persona en la conducción estas haciendo un acto de conciencia.
Imagina los que te pierdes en cada trayecto del día.
Trabaja tu inteligencia para desarrollar conciencia.
Atentamente:
Joaquin Gorreta 55 años