La vida es miseria y sufrimiento (y hay que aceptarlo para poder disfrutar de ella)
Como si el sufrimiento no bastara, el individuo hace suyas
ciertas imposiciones que lo hacen sufrir por sufrir, castigarse por
estar triste, sentirse culpable por encontarse solo, nublando el hecho
de que estas son realidades ineludibles de la existencia que, quizá,
primero se deben aceptar como tales antes de poder transformarlas.
Es posible, humanamente posible, que
nadie desee sufrir. Es posible que nadie quiera estar verdaderamente
triste. Que a todos nos asuste la posibilidad de encontrarnos
permanentemente solos. Y, con todo, sucede. Contra nuestros deseos y
nuestras esperanzas. Contra nosotros mismos. Sin nosotros quererlo, sin
desearlo, temiendo su posibilidad, sufrimos, nos entristecemos, de
cuando en cuando nos encontramos solos, acaso con más frecuencia de lo
que alguna vez previmos.
El sufrimiento, la tristeza, la soledad,
son parte ineludible de la existencia, y aunque esta podría tomarse
como una afirmación obvia, dicha consideración obedece más al hábito que
a la realidad. Sabemos que sufrir es parte de la vida, pero por todos
lados nos intentan convencer de lo contrario. El sufrimiento en el mundo
es un espectro al que se le teme y se le niega y para el cual se buscan
maneras de neutralizarlo. El consumismo, por ejemplo: la gente parece
tan feliz en los grandes centros comerciales. El entretenimiento, por
ejemplo, desde el partido de fútbol televisado hasta el prostíbulo.
Confundido entre las mercancías y el sudor de la multitud, entre el
sopor de la ebriedad y los jadeos del sexo, el sufrimiento parece de
pronto no estar ahí, no existir más.
Esto que se fomenta socialmente, ¿no se
reproduce también individualmente? ¿No volvemos personal esa imposición
más amplia de negar nuestro propio sufrimiento, de ignorar nuestra
tristeza, de encubrir nuestra soledad? Y así, en esta contradicción
entre la naturaleza trágica del mundo y la existencia y, por otro lado,
la voluntad acaso comprensiblemente humana de no sufrir, nace una suerte
de redundancia pesarosa en la cual se sufre por sufrir, por estar
triste, por encontrarse solo. Como si el sufrimiento, la tristeza o la
soledad no bastaran, existe cierto sentimiento impostado de culpa tanto
por sufrir como por no adecuarse a cierto tipo de felicidad que la
convención dicta (la felicidad de la propiedad, del consumo), existe
cierta prohibición contra el sufrimiento, la tristeza y la soledad
susceptible de castigo en caso de infringirse.
(Quizá, entonces, una acción que pudiera
efectuarse para al menos no sufrir en vano, sea despojarse de ese
sentimiento de culpa, esa voluntad de autocastigo, comprendiendo que el
sufrimiento, la tristeza, la soledad, están ya en el mundo, que es
imposible vivir y no sufrir, no estar triste, no encontrarse
verdaderamente solo.)
Realidades ineludibles, sí, pero no por
ello constantes. Pese a todo, pese a nada, también es posible,
momentáneamente (en un momento que puede durar más, mucho más, que el
instante goethiano), no sufrir, no estar triste, no estar solo. No sé si
entonces ser felices, pero al menos esto.
Mucho se habla en tiempos recientes de la posibilidad de hackear
la realidad, de hacer de nuestra voluntad el factor de transformación
de nuestra propia vida, una idea que por el fraseo puede parecer
contemporánea pero lo cierto es que se remonta, por lo menos, a la época
del marxismo ―solo que la importancia que Marx daba a lo colectivo,
ahora ha virado hacia lo individual. Sin embargo, pienso que el hack,
la transformación, solo son posibles cuando se parte, dicho
materialistícamente, de un análisis objetivo de las condiciones de
realidad, acaso con la aspiración de poder identificar aquellas que es
posible modificar por cuenta propia y otras que definitiva,
estructuralmente, están fuera de nuestro alcance (o no). Lo opuesto, me
parece, solo conduce a la falacia y el delirio, al razonamiento
autocomplaciente de quien elabora a partir de premisas falsas que no
corresponden con su realidad.
Y así con el sufrimiento. Con cierta
frecuencia sufrimos justo porque la realidad termina reventando nuestras
ensoñaciones, destruyendo nuestros espejismos. Inevitablemente la
fantasía se revela insostenible ante una realidad apabullante con la
cual se encuentra en oposición permanente.
Por eso pienso que el sufrimiento, la
tristeza y la soledad debieran aceptarse como lo que son, sobre lo que
he insistido tanto en este texto: posibilidades de la existencia.
Sufrir, estar tristes, reconocer la propia soledad. Y, por lo pronto,
nada más.
FUENTE http://pijamasurf.com
Toma tu cruz y sigueme dijo Alguien hace casi 2ooo años-Esto fue confirmado desde la siquiatria por Viktor Frankl con el valor redentor del dolor a traves de otorgarle sentido a la actitud o al valor de actitud frente al dolor.
ResponderEliminarje je, ja ja, que diver...
ResponderEliminarLa vida es miseria y sufrimiento, es una frase que mucho tiempo durante mi vida me parecia indudablemente real. hoy creo que la vida en verdad es dicha y muy valiosa solo q nos cuesta mucho el permitirnos la felicidad
ResponderEliminarPon la adversidad a tu favor... y deja de autoflagelarte.
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