Influenciando las dinámicas invisibles con palabras de poder
Habíamos hecho, hace algunos artículos, una introducción al poder de la palabra y los sonidos místicos,
un conocimiento que ha sido siempre usado por todos aquellos que sabían
como despertar, activar, mover o concentrar las fuerzas de la
naturaleza y el Kosmos (con K, tal y como habíamos definido su
significado en el post anterior)
para un determinado fin. Las palabras son, pues, la herramienta para
poner en marcha, a través del principio de resonancia, las fuerzas de la
naturaleza y las dinámicas invisibles de las energías del ser humano.
Vamos a ver ahora cómo y porqué.
Primero hemos de entender correctamente lo que
significa “influenciar” estas dinámicas energéticas por medio de la voz
y, para ello, hemos de volver a partir de la base de que todo es
energía, en diferentes estadios de densificación y, por lo tanto, todo
posee una vibración determinada. La frase bíblica de “en el principio
fue el Verbo” es la manera más famosa y repetida de explicar este
concepto.
Los seres humanos, gracias a nuestras cuerdas
vocales, podemos crear y reproducir diferentes vibraciones en forma de
fonemas. Si se conoce que fonemas, esto es, que combinación de sonidos
emitir y usar, que tengan relación con las energías que se quieren poner
en marcha, una persona puede, entonces, provocar efectos en lo
invisible, en los planos y fuerzas que no se ven, pero que
definitivamente están activas a nuestro alrededor (como lo está el aire,
que no vemos, pero sentimos físicamente).
Entendiendo el fenómeno de resonancia
La resonancia armónica es la clave para que esto
suceda. Y es algo fácil de experimentar y demostrar. Si tocamos un
piano, en cualquiera de sus notas, el sonido emitido causará el mismo
efecto energético en nosotros no importa en que octava lo toquemos. De
igual manera, si tocamos por ejemplo un DO en una octava inferior, todos
los DOs de las octavas siguientes vibrarán también. Este fenómeno no
está asociado a la forma en la que el piano pudiera estar construido,
sino que es un fenómeno que ocurre en la naturaleza, y es simplemente
producto de una ley universal. Hace varios meses, en este artículo sobre
el porqué se corresponden diferentes cosas entre si, ya nos adentramos en este principio de correspondencia y resonancia.
Otro ejemplo de la resonancia armónica lo podéis
encontrar en la red si buscáis cantantes rompiendo copas de cristal
cuando son capaces de cantar la misma nota que la frecuencia de
resonancia del vidrio del que está hecho. Y, por supuesto, todos
conocemos el efecto que la música tiene en nuestro cuerpo, donde podemos
llegar a sentir literalmente en nosotros, por ejemplo, los sonidos
graves de un tambor, o los diferentes efectos que tienen en la psique y
en nuestro estado de ánimo la música clásica, el heavy metal o cualquier
otro estilo musical. Simplemente, sus diferentes frecuencias resuenan
con diferentes partes del ser humano y los activan, potencian, calman o
modifican.
Las reglas de la resonancia
Las reglas de la resonancia que hay que tener en
cuenta son simples, pero importantes. La emisión de una frecuencia de
100Hz, por ejemplo, tendrá un efecto resonante en todo aquello cuya
frecuencia base sea de 200Hz, 300Hz, 400Hz, etc. La resonancia armónica
siempre tiene efecto en todo aquello que vibra a un múltiplo exacto de
la frecuencia original. Si un órgano de mi cuerpo tuviera una frecuencia
de resonancia base de 400Hz, cualquier diapasón, canto, sonido o mantra
que vibrara en un múltiplo de esa frecuencia me serviría para
influenciarlo.
La segunda regla es que si emites dos frecuencias
simultáneamente que se acoplan, obtendremos dos resultados, primero, una
onda que es el resultado de la suma de las dos frecuencias, y segundo,
una onda que es la diferencia entre ambas frecuencias. Por ejemplo, si
emites un tono de 100Hz y otro de 130Hz, tendrás como resultado una onda
de 230Hz y otra de 30Hz. Este efecto es muy usado en cosas como el
Hemi-sync, audios y meditaciones cuyo propósito es la sincronización de
ambos hemisferios del cerebro.
Finalmente, y esto es conocido por todos, las
frecuencias se doblan con cada octava, es decir, el DO de una octava
superior es justo el doble del DO de la octava precedente. Como
comentario, algunas escuelas esotéricas sitúan el paso “energético” de
las frecuencias que forman la materia y el plano sólido a las
frecuencias de pura energía alrededor de la octava ochenta (80).
Usando la frecuencia adecuada para recibir y transmitir
Cuando uno oye una emisora de radio, tiene que saber
que dial sintonizar para poder escucharla. De la misma forma, cuando uno
usa sonidos místicos, mantras o palabras de poder, hay que saber que
frecuencia es la correcta para que tengan el efecto deseado y sean
“escuchadas” por aquello sobre lo que se quiere incidir (resonar con un
plano u otro, activar un órgano del cuerpo específico, estimular un
punto energético, etc.). Este es el tema más complicado de todos, pues
los sonidos vocalizados y las palabras o mantras usados están compuestos
por diferentes fonemas que pueden cada uno tener una frecuencia de
emisión diferente, que depende de las diferentes consonantes y vocales
que contenga. Si su pronunciación se hace distinta al tono exacto que es
necesario para la activación de algún campo energético, cambia el punto
de resonancia, y puede no funcionar, de ahí que, diferentes personas,
entonando el mismo vocablo, tengan diferentes resultados y/o éxito
variable en la conjuración de todo tipo de fuerzas, energías, entes y
elementos.
En general, la forma en que se vocalice las
consonantes determina el efecto a buscar. Por ejemplo, el sonido de la R
refuerza al tono que tenga asociado (RRRRRRaaaaaaaa); la M tiene un
efecto calmante (OOOMMMMMMMM); la L tiene un efecto de expansión de
energía, especialmente afectando a los centros psíquicos del cuerpo, la B
tiene efecto en la potenciación de esa misma energía, la C, K y Q
tienen efectos resonantes con arquetipos y energías asociadas al
conocimiento, y se considera que están relacionadas con energías
ascendentes, evolutivas, mientras que la resonancia de la P, V y F
tienen efecto en lo contrario, energías involutivas, descendentes, desde
planos superiores hacía el plano físico. La combinación de estas
consonantes en ciertos vocablos místicos varía según el propósito y
aplicación en el que se quiera usar.
Además, al añadir las vocales a un mantra, un fonema o
una palabra mística, lo que hacemos es modificar el nivel al cual
estamos podemos influenciar, ya que la escala clásica de nuestras
vocales: A, E, I, O y U, está determinada por las energías con las que
resuenan en orden secuencial de los planos a los que afectan. La A es la
vocal más baja, y la U es la vocal que alcanza mayor vibración y como
tal, puede resonar o hacer resonar cosas en planos más altos.
Sonidos fijos y volátiles
Cuando creamos, mediante el lenguaje, vocablos y
palabras, nos encontramos con lo que los lingüistas llaman sonidos
“fijos” y sonidos “volátiles”. Si uno pronuncia la vocal A, puedes
mantener el mismo sonido hasta que te quedes sin aire en los pulmones y
este no varia. Es un sonido fijo. Si pronuncias un sonido donde se
combina una vocal y una consonante, como AR, RA, OM, etc., el sonido
completo no puede ser mantenido en el tiempo. Por ejemplo, en RA, la R
se desvanece rápidamente y solo permanece el sonido de la A. Por lo
tanto, se le llama un sonido volátil.
En las artes mágicas, los sonidos volátiles tienen un
poder mayor que los sonidos fijos, y por eso se usan esas palabras
místicas que os puse como ejemplo en el anterior artículo,
como el OM, el AUM, el AMEN, el RAMA, etc. Huelga decir que este tipo
de “poder” está imbuido en las palabras que salen de los órganos vocales
del ser humano, por su capacidad de vibrar y retransmitir la frecuencia
adecuada, con el tono y la energía especifica para producir un efecto
resonante y concreto sobre un campo energético. Un sonido grabado en un
CD no es capaz de activar fuerza alguna en plano dimensional alguno.
Cuando la vocalización está bien hecha y, por ejemplo, se usa para
activar ciertos centros psíquicos o partes del cuerpo físico, los
efectos se notan de inmediato y, con la práctica, uno aprende a entonar
las frecuencias adecuadas para obtener una sensación de calma, de
bienestar, de armonía, para potenciar un chakra, para elevar su
frecuencia de vibración, para sintonizarse con un nivel de energía
concreto, etc.
En el siguiente artículo nos meteremos en los
procesos de manifestación de la realidad a través del sonido, como nos
dicen que hacían los antiguos rishis, y quizás comprendamos que,
realmente, el vac-siddhi (el poder de crear a partir de la voz), es
mucho más que un cuento mágico, y forma parte de la caja de herramientas
latentes que todos poseemos, pero no conocemos, ni mucho menos usamos.
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