LOS CUATRO ENEMIGOS DEL HOMBRE DE CONOCIMIENTO
LOS CUATRO ENEMIGOS DEL HOMBRE DE CONOCIMIENTO
1. El miedo 2. La claridad 3. El poder 4. La vejez - - | |||||||
"Un hombre de conocimiento se esfuerza, y suda, y resuella, y si uno lo mira es como
cualquier hombre común, excepto que el desatino de su vida está bajo control. Como nada le importa
más que nada, un hombre de conocimiento escoge cualquier acto, y lo actúa como si le importara. Su
desatino controlado lo lleva a decir que lo que él hace importa y lo lleva a actuar como si importara, y sin
embargo él sabe que no importa; de modo que, cuando completa sus actos se retira en paz, sin pena ni
cuidado de que sus actos fueran buenos o malos, o tuvieran efecto o no. Por otro lado, un hombre de conocimiento puede preferir quedarse totalmente impasible y no actuar jamás, y comportarse como si el ser impasible le importara de verdad; también en eso será genuino y justo, porque eso es también su desatino controlado".
Una Realidad Aparte
Cualquiera puede tratar de llegar a ser Hombre de Conocimiento; muy pocos llegan a serlo, pero es natural. Los enemigos que un hombre encuentra en el camino para llegar a ser un Hombre de Conocimiento son formidables, de verdad poderosos. Cuando un hombre empieza a aprender, nunca sabe lo que va a encontrar. Su propósito es diferente; su intención es vaga. Espera recompensas que nunca llegarán, pues no sabe nada de los trabajos que cuesta aprender. Pero uno aprende así, poquito a poquito al comienzo, luego más y más. Y sus pensamientos se dan de topetazos y se hunden en la nada. Lo que se aprende no es nunca lo que uno creía. Y así se comienza a tener miedo. El conocimiento no es nunca lo que uno se espera. Cada paso del aprendizaje es un atolladero, y el miedo que el hombre experimente empieza a crecer sin misericordia, sin ceder. Su propósito se convierte en un campo de batalla. Y así ha tropezado con el primero de sus enemigos naturales: ¡El miedo!. Un enemigo terrible: traicionero y enredado como los cardos. Se queda oculto en cada recodo del camino, acechando, esperando. Y si el hombre, aterrado en su presencia, echa a correr, su enemigo habrá puesto fin a su búsqueda. - ¿Qué le pasa al hombre si corre por miedo? - Nada le pasa, sólo que jamás aprenderá. Nunca llegará a ser un hombre de conocimiento. Llegará a ser un maleante, o un cobarde cualquiera, un hombre inofensivo, asustado; de cualquier modo, será un hombre vencido. Su primer enemigo habrá puesto fin a sus ansias. - ¿Y qué se puede hacer para superar el miedo? - La respuesta es muy sencilla. No debe correr. Debe desafiar a su miedo, y pese a él debe dar el siguiente paso en su aprendizaje, y el siguiente, y el siguiente. Debe estar lleno de miedo, pero no debe detenerse. ¡Esa es la regla! Y llega un momento en que su primer enemigo se retira. El hombre empieza a sentirse seguro de sí. Su propósito se fortalece. Aprender no es ya una tarea aterradora. Cuando llega ese momento gozoso, el hombre puede decir sin duda que ha vencido a su primer enemigo natural. - ¿Ocurre de golpe, Don Juan, o poco a poco? - Ocurre poco a poco, y sin embargo el miedo se conquista rápido y de repente. - ¿Pero no volverá el hombre a tener miedo si algo nuevo le pasa? - No. Una vez que un hombre ha conquistado el miedo, está libre de él por el resto de su vida, porque a cambio del miedo ha adquirido la claridad.: una claridad de mente que borra el miedo. Para entonces un hombre conoce sus deseos; sabe como satisfacer esos deseos. Puede prever los nuevos pasos del aprendizaje, y una claridad nítida lo rodea todo. El hombre siente que nada está oculto. Y así ha encontrado su segundo enemigo: ¡La claridad!. Esa claridad de mente, tan difícil de obtener, dispersa el miedo, pero también ciega. Fuerza al hombre a no dudar nunca de sí. Le da la seguridad de que puede hacer cuanto se le antoje, porque todo lo que ve lo ve con claridad. Y tiene valor porque tiene claridad, y no se detiene en nada porque tiene claridad. Pero todo eso es un error: es como si viera algo claro pero incompleto. Si el hombre se rinde a esa ilusión de poder, ha sucumbido a su segundo enemigo y será torpe para aprender. Se apurará cuando debía ser paciente, o será paciente cuando debería apurarse. Y tonteará con el aprendizaje, hasta que termine incapaz de aprender nada más. - ¿Qué pasa con un hombre derrotado en esa forma, don Juan? ¿Muere en consecuencia? - No, no muere. Su segundo enemigo nomás ha parado en seco sus intentos de hacerse hombre de conocimiento; en vez de eso, el hombre puede volverse un guerrero impetuoso, o un payaso. Pero la claridad que tan caro ha pagado no volverá a transformarse en oscuridad y miedo. Será claro mientras viva, pero ya no aprenderá ni ansiará nada. - Pero ¿qué tiene que hacer para evitar la derrota? - Debe hacer lo que hizo con el miedo: debe desafiar su claridad y usarla sólo para ver, y esperar con paciencia y medir con tiento antes de dar otros pasos; debe pensar, sobre todo, que su claridad es casi un error. Y vendrá un momento en que comprenda que su claridad era sólo un punto delante de sus ojos. Y así habrá vencido a su segundo enemigo, y llegará a una posición donde nada puede ya dañarlo. Esto no será un error ni tampoco una ilusión. No será solamente un punto delante de sus ojos. Ese será el verdadero poder. Sabrá entonces que el poder tanto tiempo perseguido es suyo por fin. Puede hacer con él lo que se le antoje. Su aliado está a sus órdenes. Su deseo es la regla. Ve claro y parejo todo cuanto hay alrededor. Pero también ha tropezado con su tercer enemigo: ¡El poder! El poder es el más fuerte de todos los enemigos. Y naturalmente, lo más fácil es rendirse; después de todo, el hombre es de veras invencible. Él manda; empieza tomando riesgos calculados y termina haciendo reglas, porque es el amo del poder. Un hombre en esta etapa apenas advierte que su tercer enemigo se cierne sobre él. Y de pronto, sin saber, habrá sin duda perdido la batalla. Su enemigo lo habrá transformado en un hombre cruel, caprichoso. - ¿Perderá su poder? - No, nunca perderá claridad ni su poder. - Entonces, ¿qué le distinguirá de un hombre de conocimiento? - Un hombre vencido por el poder muere sin saber realmente como manejarlo. El poder es solamente una carga sobre su destino. Un hombre así no tiene dominio de sí mismo, ni puede decir cómo ni cuando usar su poder. - La derrota a manos de cualquiera de estos enemigos, ¿es definitiva? - Claro que es definitiva. Cuando uno de estos enemigos vence a un hombre, no hay nada que hacer. - ¿Es posible, por ejemplo, que el hombre vencido por el poder vea su error y se corrija? - No. Una vez que un hombre se rinde, está acabado. - ¿Pero si el poder lo ciega temporalmente y luego él lo rechaza? - Eso quiere decir que la batalla sigue. Quiere decir que todavía está tratando de volverse hombre de conocimiento. Un hombre está vencido sólo cuando ya no hace la lucha y se abandona. - Pero entonces, Don Juan, es posible que un hombre se abandone al miedo durante años, pero finalmente lo conquiste - No, eso no es cierto. Si se rinde al miedo, nunca lo conquistará, porque se asustará de aprender y no volverá a hacer la prueba. Pero si trata de aprender durante años, en medio de su miedo, terminará conquistándolo, porque nunca se ha abandonado a él en realidad. - ¿Cómo puede vencer a su tercer enemigo, Don Juan? - Tiene que desafiarlo, con toda intención. Tiene que llegar a darse cuenta de que el poder que aparentemente ha conquistado no es nunca suyo en verdad. Debe tenerse a raya a todas horas, manejando con tiento y con fe todo lo que ha aprendido. Si puede ver que, sin control sobre sí mismo, la claridad y el poder son peores que los errores, llegará a un punto en el que todo se domina. Entonces sabrá cómo y cuando usar su poder. Y así habrá vencido a su tercer enemigo. El hombre estará, para entonces, al fin de su travesía por el camino del conocimiento, y casi sin advertencia tropezará con su último enemigo: ¡La vejez!. Este enemigo es el más cruel de todos, el único al que no se puede vencer por completo; el enemigo al que solamente podrá ahuyentar por un instante. Este es el tiempo en que un hombre ya no tiene miedos, ya no tiene claridad impaciente; un tiempo en que todo su poder está bajo control, pero también el tiempo en que siente un deseo constante de descansar. Si se rinde por entero a su deseo de acostarse y olvidar, si se arrulla en la fatiga, habrá perdido el último asalto, y su enemigo lo reducirá a una débil criatura vieja. Su deseo de retirarse vencerá toda su claridad, su poder y su conocimiento. Pero si el hombre se sacude el cansancio y vive su destino hasta el final, puede entonces ser llamado hombre de conocimiento, aunque sea sólo por esos momentitos en que logra ahuyentar al último enemigo, el enemigo invencible. Esos momentos de claridad, poder y conocimiento, son suficientes. FUENTE http://articuloshqccll.blogspot.com.es |
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