LUCIFER
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La contraparte de Lucifer, el demiurgo de la enfermedad, es el demiurgo Raphael, el arcángel de la salud, y su día de influencia es el miércoles (mercurio), cuyo beneplácito es muchas veces necesario para algunos, sin que esto sea malo, pues la sanidad siempre es preferible a la enfermedad. Siempre y cuando la enfermedad no sea por plantilla de existencia y esté en su campo morfico, puede ser sanada por el manejo de las energías correspondientes o por el beneplácito de Lucifer o Raphael. También se le conoce como el ángel de las ciencias de la curación. Fue, según textos de la Cábala, quien le enseño a Noé el poder curativo de las plantas. El libro de Enoc nos dice que sus responsabilidades incluyen la curación de las enfermedades y las heridas de los hombres. Tanto uno como otro cubren los extremos de la dualidad y generan en su proceso, las mismas manifestaciones, pues su resultado emocional, producto del centro del mismo nombre, es la fe como creencia ciega hacia algo o alguien en quien depositar el deseo de sanidad. La fe como creencia es lo que pide la religión a cambio de sus dádivas, y es la inconsciencia total de la consciencia artificial del hombre, sobre un paradigma del centro espiritual, pero procesado por el centro emocional, convirtiendo la fe en adoración.
“Esta
invocación se realiza en día lunes, entre once y doce de una noche
serena, a la luz de las rutilantes estrellas. El lugar escogido puede
ser una azotea o bien en campo abierto, siendo condición precisa estar
seguro de no poder ser visto ni oído por nadie durante la evocación y
sus preparativos. Tomarás un pedazo de carbón consagrado y trazarás en
el suelo dos circunferencias concéntricas: la primera debe tener unos
seis palmos de diámetro y la segunda, unos siete palmos. En el espacio
comprendido entre las dos circunferencias escribirás, igualmente con
carbón consagrado, las palabras siguientes: EN NOMBRE DE LA SANTISIMA
TRINIDAD NO ENTRARAS [+]. En el centro del círculo dibujarás la testa
(cara) de Lucifer y debajo su firma…”
Este es el comienzo del ritual de invocación a Lucifer, el
demiurgo de las enfermedades. Este demiurgo no tiene nada que ver con el
Lucifer conocido y que la iglesia relaciona con el demonio, el diablo,
el ángel caído, etc., tampoco con el Lucifer hermano de Yahvé o con
Baphomet o el Enki sumerio, tampoco con Luzbel o Luxfero alguno, pues
Lucifer como demiurgo sólo comparte el nombre pero no los arquetipos de
los demás. Las enfermedades conocidas y desconocidas, son en realidad
síntomas físicos de trastornos generados en otros planos como el mental y
el etérico, son deseos no cumplidos del ego, y cada una de ellas
corresponde a un “trastorno” del centro emocional. El asunto de las mal
llamadas “enfermedades” es un tema largo y complicado, pues la ecuación
tiene muchas variables en distintos planos y estados de consciencia
activos y pasivos, que no desarrollaremos ahora. Lucifer concede el
beneplácito de manejar las energías de los espacios matriciales
correspondientes, relacionadas con los deseos no cumplidos, que son
responsables de las mismas, enfermando o curando según éste “maleficio” o
“milagro”, genere o no adeptos, sea por medio de adoraciones Marianas o
de cualquier otra forma o tipo de ritos como el umbanda, kimbanda,
magia negra, san la muerte, etc, etc, para la curación o para la
enfermedad.La contraparte de Lucifer, el demiurgo de la enfermedad, es el demiurgo Raphael, el arcángel de la salud, y su día de influencia es el miércoles (mercurio), cuyo beneplácito es muchas veces necesario para algunos, sin que esto sea malo, pues la sanidad siempre es preferible a la enfermedad. Siempre y cuando la enfermedad no sea por plantilla de existencia y esté en su campo morfico, puede ser sanada por el manejo de las energías correspondientes o por el beneplácito de Lucifer o Raphael. También se le conoce como el ángel de las ciencias de la curación. Fue, según textos de la Cábala, quien le enseño a Noé el poder curativo de las plantas. El libro de Enoc nos dice que sus responsabilidades incluyen la curación de las enfermedades y las heridas de los hombres. Tanto uno como otro cubren los extremos de la dualidad y generan en su proceso, las mismas manifestaciones, pues su resultado emocional, producto del centro del mismo nombre, es la fe como creencia ciega hacia algo o alguien en quien depositar el deseo de sanidad. La fe como creencia es lo que pide la religión a cambio de sus dádivas, y es la inconsciencia total de la consciencia artificial del hombre, sobre un paradigma del centro espiritual, pero procesado por el centro emocional, convirtiendo la fe en adoración.
No
interesa la entidad manifestada o el nombre cabalístico de la misma, hay
miles de entidades y nombres según los rituales o creencias del sujeto,
todo pasa por Lucifer, pues es el demiurgo de las huestes que cubren
todo lo referente a su especialidad. La falta de deseos asegura la salud
del cuerpo y la mente a niveles energéticos matriciales, pero no
asegura la salud de las enfermedades producidas artificialmente por el
hombre, como las inducidas por los alimentos transgénicos, la comida
basura, la contaminación del agua y aire, las vacunas, etc, etc. Como
dije en su momento en la entrevista a Morféo, “…Lo
que mata al cuerpo es la artificialidad de la existencia, si quiere
vivir mucho, aléjese de la civilización moderna y sus venenos.”
Creo que la frase anterior estará completa con este artículo, y
podremos ahora intentar deshacernos de los demiurgos de la enfermedad y
la salud para tomar el control y obtener lo que necesitamos para vivir
en plenitud.
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